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DE MADRID A NAPOLES


En cambio, tampoco le dirigí elogios ni cumplimientos. ¿Qué podia yo decirle que no le hubiesen repetido hasta la saciedad, durante cincuenta años, todos los sabios, todos los poetas, todos ios artistas, todos los héroes, todos los reyes y emperadores de este siglo? — Rossini ha apurado, como poeos mortales, la dorada copa de la gloria. — El ha sido llevado en triunfo un millon de veces desde el teatro á su casa; él ha sido amado y requerido por las mujeres mas notables y hermosas de su tiempo (pues ha tenido tambien la hermosura de Antinóo); él ha sido adulado y mimado por los soberanos mas poderosos y adustos de la Europa contemporánea; él ha sido aclamado en las calles y paseos por las masas populares; la prensa de todo el universo se ha fatigado en su elogio, y se han escrito mas historias de su vida que de la vida de Napoleon I. Y él ha desdeñado todo esto; él se ha burlado de sí mismo y del entusiasmo que producía; él se ha complacido siempre en desencantar á sus admiradores y panegiristas; él se ha reído con la risa dei Voltaire, con la de Anacreonte y con la de Polichinela; y riéndose de este modo, ha hecho temblar y gemir al mundo entero; ha amasado una respetable cantidad de millones de francos, y se ha divertido como pocos hombres en el mundo.

Se dice, — yo no lo creo ni lo concibo, — que Rossini no ha tenido nunca corazon, ni cariño alarte, ni fe en nada inmaterial, ni un amor serio, ni respetos de ninguna especie. Se dice que su única pasión ha sido la avaricia, su único ideal el oro, su único Dios el franco... — Repilo que no lo creo. — No se debe juzgar á nadie por sus palabras, ni tampoco el carácter es la expresion de los sentimientos del espíritu. — ¡Quién sabe la recon- centrada ternura, la oculta poesía, la honda tristeza que habrá habido siempre en el fondo del alma del autor de la Donna del Lago! — Decidme que es misántropo; que despreció á la humanidad desde niño; que la fortuna lo hizo cruel ; que las glorias de la tierra le parecieron ridiculas... — Todo eso es muy verosímil. — Pero yo no reconoceré nunca que pueda el genio, y un genio innovador y revolucionario como el suyo, dar á cada afecto su canto, á cada pasión su lloro, á cada dolor su gemido, voz á la naturaleza é himnos á Dios tan puros como la plegaria del Moisés, sin que su alma y su corazón encierren todo el fuego y todas las lágrimas que forman la esencia de su música y que esta misma música hace germinar en nuestros pechos. — Lo demás seria monstruoso.

Rossini era tratado en su tertulia como un verdadero rey de otros tiempos. El atacaba á todo el mundo con sus sangrientos sarcasmos, con su acida burla, con sus mordaces epigramas, y nadie le devolvía ningún golpe: todos se daban por muy honrados con las familiaridades del gran maestro.

Sólo Ronconí era respetado, ó se permitía contestar con chistes á sus chistes.

Constituían la reunion: la esposa de Rossini, de la que os diré algo; dos dignatarios del imperio; el alcalde de Passy; una vieja condesa, dueña de una casa de campo contigua, y varios cantantes y cantatrices de