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DE MADRID A NAPOLES

Desde allí volvemos á precipitarnos, aunque ya por pendientes más suaves, hasta llegar á Resina, que no es más que la antigua Retina, Puerto de la ciudad de Herculano, cuyas ruinas vamos á visitar.

La catástrofe de Herculano fue diferente de la Pompeya. La misma erupcion del 79 lo inundó de un lodo volcánico, duro hoy como el granito, sobre el cual vinieron después diversas corrientes de lava hasta formar encima de la ciudad una compacta mole de treinta y cuatro metros de espesor.

Herculano permaceció también desconocido y olvidado durante diez y seis siglos y medio, hasta que en 1711, Manuel de Lorena, príncipe d'Elbeuf , habiendo sabido que un panadero de Resina , al abrir un pozo en busca de agua, había encontrado muchos y muy buenos mármoles labrados, mandó hacer grandes excavaciones en aquel lugar y encontró el famoso Teatro de Herculano.

Después se han descubierto algunas calles, una basílica y dos ó tres villas llenas de magníficas estáuas y de papyrus; pero como las excavaciones se han tenido que hacer por medio de pozos y de galerías subterráneas , á causa de la gran profundidad á que se halla la abrasada ciudad y de la dureza de la materia que la obstruye, se han vuelto á tapar casi todos los lugares explorados, á petición de las ciudades que se levantan hoy sobre ella.

Herculano era un pueblo más artístico que la ciudad comercial que recorrimos ayer: asi es que en sus edificios se han encontrado muchas de las mejores estatuas que adornan el Museo Borbónico..

Fuera de este interés, muy escaso es el que ha ofrecido Herculano, sobretodo después del descubrimiento de Pompeya. El tener que visitarlo á la luz de las antorchas, encontrando á cada paso los pilares levantados para sostener el terreno sobre los monumentos que no han vuelto á taparse, quita su pasmosa verdad á los objetos y aleja toda ilusión del ánimo del que los mira.

A lo menos yo, al recorrer hace poco aquel vasto Teatro, al cual se baja por muchos escalones, no he experimentado ni remotamente las emociones que me agitaron ayer en Pompeya.

Para que los despojos de los siglos aparezcan con toda su severa melancolía, es necesario que los alumbren las inextinguibles luces de la Naturaleza.