El estruendo es cada vez más terrible...
Respiramos un aire mefítico, abrasado, infernal...
Pero no retrocedemos.
De diez en diez minutos lanza el Volcan un espantoso rugido: de su ancha boca sale una inmensa columna de humo, y cerca de ella brotan asimismo, de las hendiduras de la ceniza, mil y mil humos más ligeros. Esta nube, que vemos levantarse entre nuestros pies y por todas partes en el momento que el Cráter respira, flota algunos segundos sobre la montaña, sumergiéndonos en una tenebrosa noche: después aspira el Cráter, y todos los humos parciales corren á sepultarse en él, absorbidos por sus formiilables pulmones.
Llego al borde de la sima...
Para ello me arrastro boca abajo por la ceniza abrasada...
El Guia me retiene por los pies, temeroso de que pierda el sentido, de que me asfixien los vaporfs, ó de que avance demasiado y apoye las manos en un punto deleznable...
De esta manera descubro la boca dei pavoroso abismo...
Es una especie de pozo, de seis varas de diámetro, circular, cuyas paredes, revestidas de azufre, presentan largas hendiduras...
Asomo la cabeza.... Miro á lo hondo....
Al principio, el humo denso no me deja ver nada...., — Luego distingo llamas rojizas y azules, que iluminan un sumidero negro, profundísimo...
Parece que allí borbotan y hierven cien calderas de plomo derretido...
Los gases me ahogan... El aliento del dragón me abrasa.
En esto retumba un espantoso trueno... El brocal de ceniza en que me apoyo, tiembla como el agua movida por el huracán. ¡La lava sube!...
¡Oh, sí! ¡ La llama asciende entre torbellinos de humo! ¡Va á respirar el Cráter!...
¡Retrocedamos!
Apenas mé aparto y me cubro con las manos el rostro, el aliento sofocante del Volcan pasa sobre mi cabeza.
Palpita la tierra; arde el aire; el cielo se ennegrece; la respiración me falta... — ¡Esto es morir!
Pero calma el acceso; desaparece el humo, quedando reducido á una espesa columna que se levanta gallarda en el espacio, y vuelve la luz, y brilla el cielo, y el mar reverbera otra vez en lontananza...
Dentro de diez minutos se repetirá el mismo fenómeno.
¡Y asi continuamente!
¡Oh! No reiteraré la dolorosa prueba á que acabo de someter mis fuerzas, por satisfacer una curiosidad que s(5lo ha conseguido avivarse...
¡Descender á ese abismo! ¡hé aquí lo que ahora se atreve á codiciar el alma!
Y es que ese abismo atrae...