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DE MADRID A NAPOLES

Las excavaciones tuvieron primero por objeto demarcar el área de Pompeya, siguiendo la amplísima elipse de sus murallas, y, por consiguiente, se desenterraron todas sus Puertas y se fijaron los limites de la poblacion.

El Anfiteatro , por ser tan enorme y tan importante , apareció y fue exhumado entonces ; pero se le ha dejado solo, en el confín oriental del inmenso cinerario.

Para llegar hasta allí, cruzamos la parte de Pompeya que permanece inhumada, oculta hace tantos siglos á la luz del sol y á las miradas de los hombres, tácita y latente bajo las hambrientas cenizas!

Un fértilísimo viñedo y una risueña flora , que aquí dan espanto, han brotado de la capa de tierra vegetal que cubre esta sepultura inconmensurable.

Yo creo cometer un sacrilegio al mover la planta por los senderos que cruzan este campo de dolor, y la fijo en el suelo con timidez y blandura, como temiendo lastimar á los que debajo duermen...

¡Oh! debajo de nosotros, en las entrañas de esta tierra sonriente, á cuatro metros de profundidad de esta verde y apacible llanura, hay calles, plazas, templos, estatuas, muebles, joyas y tal vez millares de esqueletos humanos! — La muda tierra esconde todavía el misterio de casi toda la ciudad difunta!

Hemos llegado al Anfiteatro, que se conserva íntegro, aunque con las gradas derruidas en su mayor parte. Estas son treinta y tres, y desde la más alta se abarca un espectáculo verdaderamente sublime.

Ante todo, causa un terror instintivo el recordar que los habitantes de Pompeya se encontraban reunidos aquí en el momento de la catástrofe, y no puede uno menos de mirar frecuentemente al Vesubio (cuya mole, demasiado próxima, cierra el horizonte hacia el Septentrión), para ver si se advierte alguna novedad en el humo que lo corona... y tranquilizarse al hallarlo en su estado habitual.

En cambio, en este Anfileatro no acontece lo que en el de Roma: aquí no se teme que los leones hayan perpetuado su raza en las cavernas subterráneas: aquí se tiene á la vista un monstruo tan tremendo, tan cruel, tan incontrastable, que la idea de las bestias feroces no causa espanto á la imaginación. Y esto sin contar con que se sabe que hasta los temidos reyes de las selvas fueron impotentes contra la furia del Volcan, según lo acreditaron ocho esqueletos de leones, encontrados sobre esta arena cuando se removió la ceniza.

Desde lo alto de la gradería, vemos la espaciosa elipse del Anfiteatro las viñas, el campo fúnebre que he descrito , algunas excavaciones parciales verificadas en medio de él, los Muros y las Puertas que encerraban la extiiíguida población, las Calles, las Casas, los Templos, el Foro..., toda la parle exhumada de la Ciudad : á la izquierda , álzanse el Monte San Angelo y el Monte Cereto, á cuya falda se apiña el arbolado en gran-