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DE MADRID A NAPOLES

hubiese muerto! ¡La ciudad-cadáver tiene su Estacion de camino de hierro! ¡La ciudad enterrada durante diez y ocho siglos se coloca de un solo paso á la altura de nuestra civilización! — ¡Espantosa ironía!

Así es que, al oir gritar « ¡Pompeya!» entre los silbidos de la máquina , paréceme que acaban de decir en tono de burla: ¡Surgite mortui!

Nadie acude de la capital difunta en busca de este tren, que ya piafa de impaciencia por continuar su camino.

Nadie tampoco se apea aquí al mismo tiempo que Dióscoro y yo.

Nosotros somos los únicos viajeros que han venido hoy á Pompeya.

Pero nadie sale á recibirnos: nadie se asoma á aquellos ruinosos muros.

El silencio de los sepulcros reina en toda la comarca.

Parte al fin el tren , y se aleja en busca de la vida y llevándola en su seno.

Nosotros nos quedamos á solas con la muerte.

Pero, ¿qué es lo que vemos? — Allá, lejos, cerca de la muralla, se descubre un edificio aislado, elegante, modernísimo, sobre cuya puerta dice un letrero : « Hotel Diomedes. »

¡Diomedes!... — Diomedes era uno de los más ricos habitantes de la antigua Pompeya, y en su casa se han hallado muchas preciosidades artísticas de los mejores tiempos de la civilización Romana. — Es decir; que Diomedes murió hace mil ochocientos años!!...

Vamos allá, y veamos qué especie de irrisorio edificio es ese que lleva su nombre.

¡Oh desencanto ! — El Hotel Diomedes es una Fonda, edificada hace dos ó tres años, y cuyo dueño, francés por más señas, sale á recibirnos haciéndonos muchas cortesías...

Yo me asombro de que esté vivo, y siento tentaciones de hablarle en latín.

El francés adivina entre tanto nuestros proyectos, y nos traza el plan que debemos seguir para realizarlos.

Su plan (y, por lo tanto, el nuestro) es el siguiente:

1.° Almorzaremos tortilla y chuletas de carnero. — No hay otra cosa.

2.° Después de almorzar, pasaremos á Pompeya, que dista de aquí medio kilómetro.

3.° Allí encontraremos un Guia, que nos conducirá ante el Director de excavaciones , único habitante fijo de la Ciudad, para el cual traemos una carta de recomendacion.

4.° El Director nos acompañará por las calles..., todas desiertas , y nos introducirá en las casas..., todas deshabitadas.

5.° A la noche vendremos á comer y dormir á este mismo Hotel.

6.° Mañana de madrugada subiremos al Vesubio, llevando provisiones para almorzar en su cima.

7.° El susodicho francés, ó sea el ponente, nos proporcionará caba-