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DE MADRID A NAPOLES

providencial de la destrucción de Pompeya: allí el mármol y el bronce, el hierro yel barro, mará villesamente trabajados por el arte, representan toda la vileza de los más inmundos placeres, no sólo en estatuas, frescos y relieves, sino en los últiles de la vida doméstica; en ánforas, vasos, tinteros, lámparas, pesos, herramientas... hasta en los adornos de la persona... — ¡Cómo se revelan allí la Nápoles griega, la Nápoles romana y la Nápoles de nuestros días!...

Ningun celito entre ellos era nuevo...

dice en su famosa octava de nueve versos nuestro inspirado Zorrilla, hablando de Pentápolis. — Yo añadiré, como él:

Mas tente ¡oh pluma! que en maldad te tino

Y á llevarte adelante no me atrevo;

Que á lo que el mismo Dios volvió sus ejos,

Diera en mi voz al universo enojos.

Citaré, sí, la Sala de Pinturas antiguas, que pasan de mil seiscientas, y son frescos trasladados de las casas de los pompeyanos. — El dibujo no ha llegado, ni en los tiempos de Rafael, al extremo de gracia y perfección que revelan aquellas figuras ó los adornos y caprichos decorativos que allí se admiran. — Todos conocen por el grabado (y sirva esto de muestra) las Trece Bailarinas cuyos originales allí se guardan... ¡A este tenor es todo lo que aquella Sala encierra!

En un armario de cristales se conserva una endurecida masa de las cenizas que rodearon el cuerpo de una mujer, en las cuales quedaron impresas las amplias y bellas formas de su seno y de sus hombros. — Aquel espantoso molde se encontró en la bodega de una casa de Pompeya.

En el mismo armario se ve el cráneo , todavía con pelo , de aquella desgraciada; un hueso de uno de sus brazos, y las alhajas de oro que la adornaban en el momento de la catástrofe...

En otras Salas encontrareis todos los enseres, todos los objetos que figuraban en la vida de la población pompevana, conservados tan perfectamente, que no podéis comprender que cuenten mil ochocientos años de fecha. — Allí admiráis el grado de civilización á que hablan llegado los Antiguos, y sobre todo, la semejanza de sus invenciones con las nuestras: allí aparecen sus costumbres con los más nimios pormenores: allí veis pesos, medidas, lámparas, pebeteros, objetos de tocador, arneses, carros de triunfo, todo de una suprema elegancia, que hoy pugnan por imitar los artífices de Italia, Francia y Alemania: allí hay moldes para hacer pasteles, parrillas para asar la carne , herramientas de todos los oficios; camas, sillas, corazas, lanzas, espadas, dedales, husos; un casco que encierra el cráneo de su dueño; hornillos portátiles, cocinas económicas; alhajas y adornos femeninos de tan exquisito gusto , que hoy sirven de modelo á los plateros de París y Roma; instrumentos de cirugía iguales á los que en nuestros dias han merecido privilegios de invencion por su