Página:De Madrid a Nápoles (1878).djvu/602

Esta página ha sido corregida
554
DE MADRID A NAPOLES

reembarcarse. Alli mi lio se acostó sobre una manta extendida en el suelo, pidió agua fria y bebió dos veces. Pronto las llamas y un olor á azufre que anunciaba su proximidad pusieron en fuga á todo el mundo y obligaron á mi tio á levantarse. Alzóse, apoyado sobre dos esclavos jóvenes, y en el mismo instante, cayó muerto, sofocado, á lo que yo imagino, por aquella espesa humareda. Su pecho era naturalmente débil, estrecho y anhelante. Cuando apareció la luz (tres dias después del que habia sido el último para mi tio), hallóse su cuerpo entero [y sin heridas... Su actitud era la del sueTio, más bien que la de la muerte

En cuanto á Plinio el Jóven, se habia quedado en Miseno, retenido por sus estudios. — Su madre despertó sobresaltada por la violencia del terremoto y corrió á la habitación de su hijo. Sentáronse juntos, y el mancebo se puso á leer á Tito Livio. — Pero las sacudidas continuaban, y la casa se les venia encima. — Huyeron pues, al campo...

»La playa se habia ensanchado (dice Plinio en otra carta al mismo Tácito, que le habia pedido pormenores del cataclismo para sus ANALES): muchos pescados estaban en seco sobre la arena; una nube negra y horrible se entreabría á veces, desgarrada por los surcos délas llamas, semejantes á relámpagos... Esta nube bajóse hasta la tierra, cubrió la mar, robó á nuestros ojos la isla de Caprea y nos ocultó la vista del promontorio de Miseno... A mi me sostenia este pensamiento triste y consolador á la vez: QUE TODO EL UNIVERSO PERECÍA CONMIGO.»

¡Durante este cataclismo, Pompeya habia desaparecido de la faz de la tierra!

En el momento de la erupción hallábase reunido el pueblo en el Anfiteatro, que podia contener 20,000 personas; lo cual explica el escaso número de esqueletos que se encuentra hoy en las escavaciones. — Se cree que la población huyó hacia Levante. — En medio de repetidos temblores de tierra, de espantosos truenos y de inmensas llamaradas del volcan, empezó á caer sobre Pompeya una lluvia tan densa de cenizas y de agua caliente, que en pocas horas la Ciudad habia desaparecido (sin hundirse otra cosa que los techos) bajo una capa de lodo volcánico que se levantó más de cuatro metros sobre los mayores edificios.

Los errantes pompeyanos volvieron á los pocos dias; hicieron algunas excavaciones en busca de sus tesoros, y fundaron á pocas leguas de la difunta Ciudad una pobre Aldea, que también llamaron Pompeya, la cual fue destruida á su vez por otra erupción al cabo de cuatrocientos años.

Las grandes mudanzas que por entonces experimentó el mundo, con la propaganda del Cristianismo, la invasión de los Bárbaros, el fin de la Gentilidad y la caida del Imperio Romano, sumieron en el olvido aquel acontecimiento, y nadie se acordó ya de Pompeya: nadie pensó en determinar su antigua situación, ni en levantar el sudario que la cubria...

¡Asi pasaron diez y siete siglos desde la destrucción de Pompeya!

Durante ellos, una sola vez pudo ser exhumada casualmente la Ciudad