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DE MADRID A NAPOLES

jaron los mas célebres arquitectos , Bramante , Rafael , Pirro Ligorio, Dominico Fontana, Carlos Maderne y Bernin. Tiene tres pisos, y encierra una infinidad de salas, galerías, capillas y corredores; una biblioteca, un museo inmenso y un jardin. Cuenta 20 patios, 8 grandes escaleras y 200 escaleras de servicio. Bonanni pretende que el Vaticano consta de 13,000 habitaciones, comprendidos los subterráneos. Pero á este vasto conjunto de edificios le falta una fachada exterior. Por el lado de su entrada, lo oculta y desfigura la columnata de la Plaza de San Pedro.

»En las obras de Aulo Gelio se halla una etimología singular de la palabra Vaticano, que hace provenir de los oráculos (vaticinia) que, ya en su tiempo (dos siglos antes de Jesucristo), se pronunciaban en aquel lugar. — Ignórase la época de su fundación: sábese solamente que lo habitó Carlo-Magno. En el siglo XII los papas vivían todavía en Letran, no habiéndose trasladado al Vaticano hasta que volvieron de Avignon. Juan XXIII puso en comunicación el Palacio con el Castillo (de Sant' Angelo) por medio de una galería cubierta. Nicolás V lo rodeó de murallas. En el siglo XIV, Sixto IV hizo la Biblioteca y la Capilla Sixtina. Alejandro VI mandó construir el departamento que lleva el nombre de Borgia.»

Hasta aquí la Guia mencionada. Yo diré, por mi parte, que Inocencio VII, Julio II, León X, Pablo 111, Sisto V, Clemente XI, Pio VI, Pio VII, Gregorio XVI y Pio IX han añadido el resto de lo que allí se vé.

No describiré, ni siquiera enumeraré, las diversas habitaciones de aquel inmenso edificio. Busquemos las obras de arte más notables que encierra, y para ello principiemos por cruzar la Sala Regia, cuyos frescos históricos son dignos de atención, y penetremos en la célebre Capilla Sixtina.

En la Capilla Sixtina, donde se celebran, en presencia del Padre Santo, los oficios de Semana Santa, se halla el famosísimo Juicio final de Miguel Ángel, inmensa pintura al fresco que llena la pared del fondo.

Esta obra ha sido juzgada por todo el mundo como superior á la crítica. Yo no he sabido qué admirar más en ella: si la grandeza del dibujo, si la gigante osadía que revela la disposición de cada figura, si la composición de uno y otro episodio, si la terrible animación del conjunto ó si la vehemencia de los afectos expresados por cada fisonomía. En cuanto á la invención , sabemos (y Miguel Ángel lo confesaba ) que sólo es una traducción material de las grandiosas y tremendas imaginaciones de Dante, y, en este punto, creo que tienen razón los que hallan más idealismo, más inspiración mística, más espíritu cristiano en el Juicio final de Giotto, que vimos en Padua , y sobre todo en el de Orcagna , que admiramos en Pisa. En cambio, el de Miguel Ángel impone y aterra por la representación física de los dolores, por el vigor del estilo, por la pasmosa variedad de las más atrevidas actitudes, por los maravillosos estudios anatómicos que revela y por la fuerza y la vida de la acción.

En el centro de la composición se ve á Jesucristo; pero no ya al Salva