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DE MADRID A NAPOLES


ricano, ó de sangre, que los ingleses llaman un tram-via. De media ea media hora cruza por allí un enorme ómnibus que recoge la gente de la orilla izquierda del Sena y la lleva á Rueil, en donde toma el camino de hierro de vapor que me trajo á mí á Chatou.

Esperemos el ómnibus junto á esta garita de madera que marca la estacion de la Bajada de la Jonchere.

Pero hé aquí ya el inmenso vehículo, atestado de gente...

Algunos bajan: nosotros montamos.

Un solo caballo, recio como un elefante, arrastra á cincuenta personas.

Demos un adiós á estos pintorescos sitios, donde he pasado cerca de una semana sin propósito anterior ni razon ninguna para ello. — Yo no diré, sin embargo, que he perdido esos días... Y, ademas: ¿qué días son los que no se pierden?...

El ómnibus se para delante de un palacio.

El conductor grita. ¡La Malmaison!

Ahí vive la reina Cristina, madre de la reina de España.

Ahí murió Josetina, la esposa repudiada por Napoleon.

Con todo, nadie sube al ómnibus ni baja de él.

Continuamos, pues, nuestro camino.

Henos ya en Rueil... Hemos llegado á tiempo... Los rugidos del tren resuenan á poca distancia...

Aquí lo tenemos...

Asaltemos un coche... Suena la señal...

Estamos en París.

Así va el siglo.


VII
DOS CONCIERTOS. — MUERTE Y ENTIERRO DE LA DUQUESA DE ALBA.


Mes y medio permanecí en París, esgrimiendo mil cartas de remendacion; ora visitando los monumentos, los Museos, las Academias y los Gabinetes cíentíficos de la gran Capital; ora estudiando las costumbres, el estado social, la manera de ser, las preocupaciones y despreocupaciones de sus moradores; dejándome llevar siempre por el acaso; penetrando en todas partes hasta donde me lo permitan mis medios, y no desperdiciando ocasion ninguna , por trivial y [nimio que pareciese el caso á primera vista, de hacer uso de mi lente filosófico. Asi es que llevé la vida de corbata blanca y la vida sin corbata; bajé; subí; fui á los bailes más encopetados y á los bailes de las Barreras, á los templos y á los cafés, á los restaurants de primer orden y los establecimientos de Bouillon, á los entierros y al Casino (rue Cadet), al teatro Francés y al teatro Seraphin; comí cada día en un sitio distinto, y dormí cada noche en un barrio diferente; hablé con muchos pordioseros y con algunos príncipes.