Página:De Madrid a Nápoles (1878).djvu/548

Esta página ha sido corregida
506
DE MADRID A NAPOLES

ced; 70 Trinitarios; 3G Mínimos; 21 Gerónimos y 29 Penitentes. Canónigos y Sacerdotes regulares hay: 27 Canónigos de San Juan de Letran; U Teatinos; 28 Bernabitas, 32 Somascos; 289 Jesuítas; 20 Clérigos regulares menores. 48 Hospitalarios; 19 Padres de la Madre de Dios; 48 Escolapios y 40 Religiosos de San Juan de Dios. — Total, 10,101, sin contar los Cardenales.

Pero volvamos á mi historia de estos días.

El primer recuerdo que acude á mí imaginación es el de las Catatiimbas, cuyo nombre solo estremece á todo cristiano.

Ya he dicho que la Basílica de San Sebastian se levanta en las afueras de Roma, dos millas al Sudeste de la Ciudad, en un melancólico desierto sembrado de ruinas. La Iglesia fue construida el año de 367 , sobre el cementerio del Pontífice-Mártir San Calisto , y restauróse tal como hoy se encuentra á niedíados del siglo XVII.

Cuando hube recorrido toda la Iglesia , vino á mí un Fraile de alguna edad y de ascético semblante , y se brindó á guiarme por las Gatatumbas. Yo le argüí con la molestia que le causaría. El me replicó que era su deber y su mayor gusto conducir á los cristianos en aquella sublime peregrinación. — Acepté.

El Religioso me llevó á la Capilla de San Sebastian: allí encendió dus velas, de las cuales me dio una, y, abriendo una puertecilla en que yo no había reparado, situada á la derecha del Altar, se santiguó devota- mente y pasó delante de mí.

Bajamos muchas tenebrosas escaleras , respirando un aire húmedo que oprimía el corazón. — Pronto llegamos á una Galería, semejante á las de las minas, abierta en una materia volcánica sumamente densa , y empecé á ver, á un lado y, otro y sobre mi cabeza. Nichos, Lápidas, Sepulcro?, Losas hacinadas... — Anduvimos mucho tiempo de una galería en otra : á veces teníamos que bajar de nuevo...— Ya debíamos de estar muy distan- tes del haz de la tierra... — De vez en cuando penetraba, por sinuosos agu- jeros abiertos en la bóveda, algún tenue rayo de la luz del cíelo. — Por lo regalar, la galería era tan estrecha , que apenas hubieran podido marchar por ella dos hombres de frente; pero de trecho en trecho se encontraba alguna plazoleta, punto de coincidencia de muchas galerías. Allí era la bóveda más alta , y allá arriba se abrían otros corredores , á los que se su- bía por escaleras talladas en la roca... — Eran otros pisos de la Catacumba, la cual en ocasiones tiene hasta cinco ó seis.

Pronto perdí por completo la idea del camino que habia llevado , del lugar en que me hallaba, de cuánto había bajado y de la dirección que seguía. — Aquello era un laberinto interminable. — Y sin cesar, y en todos lados, veía tumbas y más tumbas, lápidas y más lápidas, de todas formas, de todos tamaños, ora en el suelo, ora en el techo , ya á los lados del sinuoso camino , ya en medio de las plazoletas. — A veces acercaba la luz á aquellas sepulturas, y leía indistintamente Epitafios cristianos ó gen-