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DE MADRID A NAPOLES

de incienso: anchos abanicos de plumas agitaban el aire en torno de él; un alto palio cobijaba las andas; las gentes se arrodillaban á su paso... — Era un dios.

Precedíanle, acompañábanle y seguíanle más de mil Sacerdotes, entre ellos todo el Colegio de Cardenales, más de cuarenta Arzobispos y Obispos, los Canónigos de todas las Basílicas de Roma, los Generales y Priores de innumerables Ordenes religiosas (cada cual vestido con su hábito regular), los Abades mitrados, toda la Antecámara pontificia. Camareros de honor y secretos seglares. Procuradores del Colegio, el Confesor de la Familia Pontificia , el Predicador apostólico, los Escuderos pontificios, los Camareros públicos, los Capellanes comunes y secretos, llevando en las manos todas las Tiaras y Mitras del Papa, el Procurador fiscal, el Comisario y los Auditores de la Rota , los Abogados consistoriales, los Capellanes cantores, los Votantes de la signatura... — Y también iban los elegantes Guardias Nobles , ó sea el antiguo Patriciado Romano , que hoy constituye la escolta personal del Papa ; el Senador de Roma (otro reflejo de la antigüedad gentílica), marqués Antici-Mattei, con los Conservadores del Pueblo Romano, en traje de ceremonia ; el Gobernador de Roma, el Principe Asistente al solio, y otros muchos personajes seglares y eclesiásticos, vestidos con diversos y nunca vistos hábitos y uniformes, queme traian á la imaginación siglos, civilizaciones y pueblos diferentes, y aumentaban la honda perturbación que aquel espectáculo habia producido en mis ideas y en mis sentimientos.

Entre los mismos Obispos, los habia del rito griego, vestidos de distinta manera que los romanos. — Representaban á la Iglesia griega unida.

¡A cuántas consideraciones se prestaba aquel acompañamiento!... — Pero yo no tenia verdaderamente atención ni reflexión más que para contemplar al Papa...

El Supremo Gerarca habia bajado de la Silla Gestatoria y adoraba el Santísimo Sacramento. Luego se dirigió á pié al Trono de Tercia , y allí, mientras se cantaba aquella hora canónica, se revistió los paramentos pontificales para la Misa.

Una y otra vez vi pasar á Su Santidad á dos pasos de mí. Su noble y aventajada estatura, su plácida belleza (que describiré cuando lo visite en su Palacio), su venerable ancianidad, la grandiosa riqueza de sus sacras vestiduras, todo correspondía al alto ideal que yo me habia formado desde niño del Sumo Pontífice, del Soberano de las almas...

En vano el ruido de sus pasos, el sonido de su voz, los accidentes comunes de su existencia humana me recordaban á cada momento la condición mortal y finita de aquel ser tan excepcional y tan grande ; y en vano también mi razón pretendía con cruel insistencia someter todo aquel sublime instante , y los personajes que en él figuraban , y mis propias emociones, á un frío análisis, á un despiadado estudio... La imaginación y el sentimiento recobraban siempre su dominio sobre el cálculo ; el límite de lo natural se rompía como un crisol de frágil vidrio , y la veneración, el

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