Página:De Madrid a Nápoles (1878).djvu/538

Esta página ha sido corregida
496
DE MADRID A NAPOLES

idéntica á la que á mí me dominaba, iba á buscar allí el mismo remedio: — ¡á soñar con la patria y con la familia !

No hay elegía tan triste , ni canción tan patética , ni égloga tan dulce y tan suave, como el diálogo que en casos como este entablan dos her- manos de destierro. — Andalucía, nuestra tierra común, fué el asunto de nuestras tiernas memorias. Sus ciudades, sus campos, sus cortijos, las familias pobres y las acomodadas , los viajeros que hacían alto en las ventas de los caminos , todo apareció á nuestros ojos , tal como se encontraría en aquella solemne hora. Y los cantos populares, y las costumbres de cada pueblo, y los manjares acostumbrados, y las tradiciones de una y otra casa , y la enimeracion de su familia y de la mía, dieron materia á una sabrosa y larga plática, eco fiel de la que tuvimos antes de abandonar á Florencia...

Esta conversación era interrumpida á cada instante, ó, por mejor de- cir, iba acompañada continuamente, de este pensamiento: — «Nuestras familias saben que estamos en Ronui.y> — Y el augusto nombre de Roma suscitaba un orden más elevado de ideas , que se sucedían en mi imaginación paralelamente con las otras enunciadas.

— ftCuando vino el Mesías, hace esta noche 1860 años (pensaba yo), Roma dominaba en Jerusalen. — Hoy es Roma la Metrópoli del Cristianismo...»

Y el recuerdo de la visita que esta mañana había hecho á las ruinas del Imperio, mantenía viva en mí imaginación á la Ciudad Eterna bajo su aspecto gentil. Creíame, pues, en el Siglo de Augusto, en la Roma de los Césares, y, desde tal punto de vista, me parecía que esta noche era, no el aniversario del natalicio de Jesús, sino la misma en que se verificó este misterioso acontecimiento. — Y busqué en el límpido espacio la ben- decida estrella que vieron los pastores... Y el silencio de la Ciudad de los Siglos me representó la suspensión de júbilo que, según los Santos Padres, experimentó el universo en aquella sublime hora... O más bien lo traduje como miedo de la antigua civilización, condensada entonces en Roma, al presentir que acababa de venir al mundo Aquel que debía hun- dir los templos y los alcázares del error y de la abominación...

Estas ideas acabaron por eclipsar en mí alma los melancólicos destellos de la remota patria y del perdido hogar.

— «Nace nuestro Dios (díjele á mi amigo), y nace para vencer y dominar á esta corrompida Roma. ¡Regocijémonos al abrigo de nuestro Templo, bajo el techo de la Casa de todos los fieles, al amor del Hogar que se enciende esta noche por primera vez en la distante Judea!...»

Y hablando, ó pensando, ó sintiendo así, encaminamos nuestros pasos á Santa Maña la Mayor, una de las cuatro Basílicas que tienen Puerta Santa, y la principal de las Iglesias consagradas en Roma á la Vírgen María.

Para ir á aquel Templo, pasamos por una confluencia de calles, llamada Plazadelas Cvatro Fuentes, situada en la cima de! MontCrQuirinal .