rome, pues, ¿ aquellos escritos, y voy á limitarme hoy á apuntar aquí todo lo que he hecho y pensado en Roma desde que me levanté esta mañana hasta ahora, que es la una de la noche.
La mayor parte del dia la he pasado en la Roma antigua. — No sé qué instinto dramático me habia advertido que hoy debia remontar la historia del mundo, y revolver el polvo de lasetlades paganas, para venir á parar á la noche al Nacimiento de Jesús, ai alboreo de la Nueva Era , á la cuna del Cristianismo.
Fuíme, pues, muy temprano al Capitolio, en cuyos Palacios entré, así como en su magnífico Museo; y allí cebé mi vista en grandes obras de la antigüedad (Estatuas, Bustos, Bajo-relieves, Tumbas, Lápidas, restos de una civilización hundida): allí tuve frente á frente las efigies de piedra de muchos Emperadores y Guerreros de Roma : allí encontré también á algunos grandes hombres griegos (Homero, Sófocles, Aristóteles, Diógenes, Epicuro, Alcibiades...): allí la Estatua colosal de Julio César, la única tomada del original entre las muchas que existen del gran Conquistador; allí el célebre Caballo desgarrado por un León; allí h Loba antigua, dando de mamar á Rómulo y Remo; allí el famoso Gladiador moribundo , una de las obras más bellas del ingenio humano ; allí los Dioses de Grecia; allí los Héroes fabulosos; allí los Escritores... ¡allí todo un mundo!; y, sin embargo, aquel Museo, comparado con el del Vaticano (que ya veremos), es, según me dijo el conserje, lo que una aldea com- parada con Roma!
De camino vi la Galería de Pinturas, donde hay muchas obras maestras , entre las cuales descuella Santa Petronila de Guerchino... — Pero después de haber permanecido tanto tiempo en compañía de las nobles Esculturas de la gentilidad; después de haber recorrido la Sala de los Emperadores, la Sala de los Filoso fos y la Galería de Bustos, mi alma no se hallaba templada para sentir ni comprender las excelencias de las artes de otra civilización. — Así, pues, pasé ligeramente por la Galería de Pinturas, y me hice llevar á un Gabi7iete reservado, d-.inde se hallan tres prodigios del arie griego, inspirados por la mas refinada voluptuosidad y, como tales, negados á la contemplación pública... — Estos tres prodigios son la Venus Capitolina, Psiquis y el Amor, y Leda y el Cisne
Desde el Capitolio fui á la Roca Tarpeya , — que, como dijo Mirabeau, no dista de aquel más que un paso.
El salto de la Roca Tarpeya ha dejado de ser mortal. El abismo que se abría á sus plantas ha subido cuarenta pies con los escombros de los siglos, y sobre estos escombros se han edificado algunas pobres casas, cuyos tejados casi se tocan con la mano desde la antes formidable altura.
Un humilde hortelano es hoy dueño de la antigua Roca , convertida ahora en una especie de jardin babilónico, vulgo terrasse, plantada de berzas. — Trabajo, pues, le costó á mi imaginación ennoblecer aquel .sitio, á fuerza de recordar las grandes escenas que allí hablan pasa- do. — Pero una vez mi espíritu en tensión armónica con los hechos, bus-