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DE MADRID A NAPOLES


Vogamos, pues.

Eran las seis de la tarde.

Apenas quedaba en el cielo una leve claridad del agonizante crepúsculo.

La isla, á la cual nos dirigíamos sesgando las aguas contra corriente, aparecia negra y silenciosa como un inmenso ataúd.

En la orilla que abandonábamos se percibían aun las graciosas figuras de las dos parisienses, que cantaban con argentinas voces aquel malicioso estribillo:


La paix est faite,
ma foi... tant pire...


De pronto, y cuando nos hallábamos en medio del Sena, tropezó nuestra barca con un objeto que bajaba lentamente por el rio.

— ¿Qué es eso? preguntó Iriarte, que remaba de pié en medio del bote.

Yo iba sentado á proa; pero el horror no me dejó decir al pronto lo que había visto.

Habia visto una faz amoratada, una barba y unos cabellos negros, unos ojos en blanco, un cuello de' camisa y una corbata; una lúgubre cabeza, en fin , que salla de entre las aguas como de entre los pliegues de un inconmensurable sudario...

—¡Es un ahogado! exclamé por último.

—¡Un noyé! gritó Mr. Iriarte.

El canto de las jóvenes se convirtió en gritos espantosos.

—¡Un ahogado!¡Un ahogado! repitieron varias voces en casa de Mauricio.

Nosotros pugnábamos por echar mano al cadáver; pero no nos lo permitian nuestra torpeza y nuestra misma turbación.

Un momento después se hallaba Mauricio en otra barca al lado de la nuestra.

—¿Qué van ustedes á hacer? nos dijo.

—Queremos sacarlo, respondí yo.

—¿Para qué?¿No ven ustedes que está bien muerto?

En efecto, el cadáver estaba hinchado.

— ¿Qué importa? dije yo. ¿Hemos de dejarlo ahí? ¡Ayúdenos usted á sacarlo!

— No haré tal, respondió Mauricio, ni les aconsejo á ustedes que lo hagan. Tendríamos que avisar al alcalde de Bougival. Este nos pondría presos y nos llevarla al pueblo. Pasaríamos la noche y el dia de mañana en declaraciones, careos é interrogatorios insultantes, y quién sabe si reconocerían al cabo nuestra inocencia! — Yo tengo enemigos en Bougival. — Ese desgraciado se tiraría probablemente por un puente... allá en París, — No tendría dinero ó lo perseguirían por deudas. — No es el primero que ha pasado por aquí desde que soy pescador. — Mañana, con la