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DE MADRID A NAPOLES

Todos estos caracteres proverbiales de la plebe romana se advierten í primera vista, y, sobre todo, penetrando, como yo he penetrado esta tarde, en las tabernas en que se reunen los trasteverinos á jugar, á be- ber, á maldecir y á matarse.—En una de aquellas tabernas permanecí media hora, fumándome filosóficamente un Cavour y reparando mis fuer- zas con un exquisito montefiascone y eon ciertos pasteles que me han re- cordado el alcuzcuz de Marruecos.—¡ Qué tipos he visto! ¡Qué conver- saciones he oido! ¡ Qué juramentos! ¡Cómo se enseñaban los puños aque- llos hombres! ¡Cómo se amenazaban! ¡Cómo reian! ¡Qué barbas! ¡Qué ajos! ¡Qué voces! ¡Qué gestos! ¡Qué tinieblas morales (por decirlo así) en aquella atmósfera de humo de tabaco ! ¡Qué pasion en medio de todo! Al pasar despues por la Plaza principal del Barrio, me detuve un momento ante la insigne Basílica de Santa Maria in Trastevere, primer templo (segun la tradicion) en que celebraron públicamente su culto los Cristianos de Roma.—La primitiva Iglesia fue edificada (dicen) el año 222, sobre las ruinas de un Hospital de Inválidos (Taberna Meri toria): luégo fue destruida, cuando las grandes persecuciones contra los cristianos; levantada otra vez en épocas de tolerancia; derribada de nue- vo; vuelta á construir, y finalmente agrandada y embellecida por muchos Pentífices, hasta llegar á ser, como es hoy, uno de los templos predilec- tos de los devotos de Roma.


Empezaba á declinar el sol, y yo queria terminar la tarde en el Monte Pincio.—Dejé , pues, el Trastevere por el Ponte-Sisto (construido sobre los pilares de otro, debido á Marco-Aurelio), y me encaminé hácia el Nor- te, por un dédalo de callejuelas, seguro de salir á terreno conocido...

Pronto me encontré en la Plaza del Pantheon, ó de la Rotonda (nom= bre que lleva tambien aquel majestuoso monumento, el más completo y acaso tambien el más noble y sublime que nos ha legado la antigúedad pagana).

El Pantheon (su nombre lo dice) fue un Templo levantado á todos los dioses.—Edificóse á expensas de Agripa , en tiempo de Augusto, algunos años antes de la venida de Jesucristo.—Hoy es una Iglesia católica, llama- da Santa Maria de los Mártires.

Nada más sencillo ni más grandioso al mismo tiempo que el Pantheon. En él, sólo hay que admirar dos cosas: el Pórtico que lo precede, y la nave circular (la Rotonda) á que se reduce todo el edificio... Pero ¡hasta qué punto hay que admirar estos dos portentos!

El Pórtico se compone de diez y seis gigantescas columnas de granito oriental, cada una de una pieza, colocadas en dos hileras, de modo que sólo presenta ocho en su espaciosa fachada.—El tamaño de estas colum- nas es de 14 piés de circunferencia por 38 y medio de elevacion. Sus ba- ses y elegantísimos capiteles de mármol blanco, así como el cornisamento y el fronton que sustentan, pasan entre los artistas como acabados mo- delos, por sus bellas y armoniosas proporciones.