Página:De Madrid a Nápoles (1878).djvu/525

Esta página ha sido corregida
485
DE MADRID A NAPOLES

»ramente arrebatado. — No es tiempo ya de que hable de mi obstinada «suerte, por no decir de la ingratitud del mundo, que ha querido obte- »ner la victoria de conducirme mendigo á la sepultura, cuando yo pensa- »ba que la gloria que, pésele á quien le pese , darán á este siglo mis es- «critos, no me dejaria al cabo sin galardón alguno, — Me he hecho conducir »á este monasterio de San Onofre, no sólo porque los aires que aquí se «respiran están reputados por los médicos como los mejores de Roma, ísino por principiar desde este elevado sitio, y con el tralo de estos de- Bvotos padres, mi conversación con el cielo. Rogad á Dios por raí, y estad jseguro de que del mismo modo que os he amado y honrado en la per- ísente vida, os amaré y honraré en la otra mas verdadera (lo cual ps «propio de una no fingida, sino sincera caridad), recomendándoos y re- »comendándome á la Divina Gracia.

jTorcuato Tasso.»

Asi viene á estar concebida aquella sublime carta, que he traducido apresuradamente, sentado en el mismo sillón en que la escribió el poeta.

Entre tanto, el joven gerónimo me contaba , como si la hubiera visto por sus propios ojos, la vida que llevó Tasso mientras vivió con la Co- munidad.

La ventana de la celda da á la huerta del convento y deja ver además un extenso panorama que comprende la mayor parte de Roma.

— «Allí se sentaba á descansar (me dijo, señalando á un paraje de la huerta en que se veia un enorme tronco sin ramas). Allí habia una her- mosa encina , que yo he conocido , pues sólo hace diez y seis años que la abrasó el fuego del cielo... Allí escribió su último soneto á Eleonora. — La mayor parte del dia la pasaba en la Iglesia... — ¡Ay! Cuando vino á pedir- nos hospitalidad, ya estaba muerto. — Sin embargo, nosotros hicimos por él todo lo que pudimos.»

Este nosotros, dicho por un joven, refiriéndose aloque sus hermanos de religión hicieron hace dos siglos y medio , me impresionó vivamente. — Parecía qué el Tasso acababa de morir, ó que el tiempo no habia cor- rido para aquellos lugares desde el momento en que expiró el poeta.

Por lo demás, dentro de aquella Celda, recordaba mi imaginación la ciudad de Ferrara, mi visita al Caslello de los Este, y la leñera del Hos- pital de Santa Ana, donde estuvo prisionero mas de siete años el íluslre cantor de Godofredo...

¡Pero al mismo tiempo pensaba en que el cadáver del poeta, del loco, de! mártir, fué á la tumba coronado con el laurel divino... , ceñido á sus marchitas sienes por la mano piadosa del papa Clemente VIII!— ¡Tardío , pero noble y sagrado galardón de su genio y de sus dolores!

Abajo, en la Iglesia del Monasterio, se halla el Monumento levantado recientemente por Pió IX, en nombre de nuestro siglo, sobre la losa que cubre las cenizas de Torcuato. — La Estatua del creador de Reinaldo tiene en la mano la Gerusalemne liberata, abierta por la primera página, leyéndose en el mármol y en letras de oro los dos versos con que principia el poema:

51