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DE MADRID A NAPOLES

Y ¡cuán larga se me hizo la sombría calle! —A medida que yo andaba, la Catedral crecia, la Plaza se ensanchaba, la Cúpula se perdia en los aires; desarrollábase ante mis ojos la inmensa mole del Vaticano, del Pa- lacio habitado por Pio IX; veia brillar el agua de las Fuentes; distinguia con más precision las Estátuas, y contemplaba, en fin, con mayor asom- bro el misterioso Obelisco...

Por último, entre en la Plaza.

Pasmo, devocion, respeto, admiracion, alegría, todo lo experimenté á un tiempo mismo.—Y ¿cómo no?—Me hallaba en frente, no de una Igle- sia más ó menos insigne, sino de la IcLesila misma, de la IcLesta que se me apareció al cruzar la Campiña de Roma; de la mística Ciudad de San Agustin; de la Congregacion de los fieles cristianos! —Estaba viendo el Templo-Palacio y el Palacio- Templo; San Pedro y el Vaticono; la Ca— tedral y el Alcázar, reunidos en una sola morada, en que vive y reina la Cabeza visible de la Iglesia, el Vicario de Jesucristo!...

Pero describamos ante todo la forma material de aquel cuadro.

Tenia delante de mis ojos una extensísima elipse formada por dos Ga- lerías semicirculares, compuestas de cuatro hileras de colosales columnas y coronadas de enormes Estátuas.—Esta elipse, rota en el fondo, daba paso á otra Plaza, en figura de trapecio, al fin de la cual empezaba una amplia Escalinata. Y sobre la Escalinata se levantaba el Templo más grande y venerable del mundo.

Además: en medio de la elipse campeaba, solo y gallardo, un corpu— lento Obelisco, y á un lado y otro, dentro de los semicírculos trazados por las galerías, se veian... no dos Fuentes, sino dos montañas de agua. —A la derecha del Templo, y fuera ya de la plaza, alzábanse las inmen— surables fachadas macizas del Vaticano, con sus mil ventanas y balco- nes... —Y entre todo esto mediaba el espacio, se desenvolvia imponente la distancia, desarrollaba el cielo grandes campos de rutilante azul!...

Pero temo no haber explicado todavía las disformes proporciones del cuadro que se dilataba ante mi vista; y, á fin de que se forme exacta idea de su magnitud, no vacilo en recurrir al árido lenguaje de los números.

Figuraos una elipse, cuyo mayor diámetro mide 738 pies. Imaginaos dos curvas Galerias formadas por 284 colamnas ¡jónicas. Sobre estas Ga- lerías, cuya altura es de 61 pies, colocad 96 Estátuas colosales de Santos. Allá, á lo lejos, fingios la Fachada de la Basilica, de 370 pies de latitud, por 483 de elevacion desde su pavimento (ya muy alto) hasta la cruz de la Cúpula. A los lados de esta Fachada añadid otras dos Galerias rectas, formadas por pilastras, y coronadas tambien de gigantes Esculturas. ¡Contad, entre todas, 192 Estátuas colosales! Reparad en que el agua de las Fuentes se eleva 40 pies sobre el suelo. Alzad los ojos hácia la Cruz que corona el Obelisco egipcio plantado en medio de la Plaza, y asom- braos al ver que el solitario espectro hiende los aires hasta una altura de 140 pies. Advertid, por último, que desde la entrada de la Plaza hasta la Puerta de San Pedro, media un espacio de 400 varas...