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DE MADRID A NAPOLES

vió el paganismo insepulto ; los monumentos de la antigua Roma, vol- viendo á surgir de la tierra; el esqueleto del mundo antiguo, apareciendo de nuevo á los ojos de los mortales; unas ruinas que han vivido más como escombros que todo lo que se construyó sobre ellas; las raices de aquella civilizacion, nutridas todavía por la savia vital, retoñando briosas al cabo de quince siglos; caliente rescoldo debajo de las cenizas frias...—el ma- terialismo sobreponiéndose á la idea!

Ya eran las once cuando salí del Anfiteatro.

—¡Al Hotel! le dije al cochero.

Este era ya amigo mio y habia comprendido el objeto de mi paseo noc- turno.—Háme traido, pues á la Plaza de España por un camino infinita- mente más interesante que el que llevamos para ir al Coliseo. —Háme traido por las ruinas de la Roma clásica; por el Foro Romano; por el Ca- pitolio...

Es decir, que' he pasado por el Arco de Constantino y por el Arco de Tito; por en frente del Templo de Venus y de Roma y del Templo de la Paz; cerca del Templo de Remo y del Templo de Antonino y Faustina; al pie del Palacio de los Césares, por en medio del Foro; por la Via Sacra y por delante del Arco de Setimio Severo...

Los tres Arcos citados se hallan todavía de pie; los Templos han sido convertidos en Iglesias cristianas, bien que conservando sus antiguos Pórticos: del Foro no queda más que el lugar que ocupaba, llamado hoy por los romanos Campo Vaccino, á causa de haber habido allí hace dos— cientos años un mercado de bestias.:.

Ya volveré de dia á aquellos lugares, y los estudiaré minuciosamente, recordando de paso su historia. Por esta noche me basta con la profunda emocion que acabo de experimentar al subir la cuesta que conduce del Foro hasta el Capitolio.

Desde aquel paraje se descubren todos los Monumentos que he enu- merado, y otros muchos más. Allí es precisamente donde se han practi- cado mayores escavaciones, haciendo salir de la tierra elegantes Colum= natas erguidas sobre sus bases, y otras hechas pedazos y tendidas melán- cólicamente entre los montes Palatino y Aventino. Allí se ven las Tres Columnas que restan del Templo de Vespasiano (que algunos creen el de Júpiter Tonante);—otras Tres Columnas, tambien reunidas y como abra- zadas para no caer, del Templo de Júpiter Stator ;—un grupo de Ocho Columnas del Templo de la Fortuna;—el célebre Tabularium;—la solita- ria Columna Focas, —y mil y mil fustes y capiteles rotos y esparcidos por la tierra.

La luna heria de frente las esbeltas y desiguales moles de las colum- nas que se alzan todavía en aquel campo de desolacion; y, al contemplar- las allí abandonadas, solas, en medio de tanta ruina, me parecian tristes huérfanas que lamentaban el hundimiento de sus antiguos hogares. Aque- llas Tres de quienes he dicho que se abrazan para sostenerse mútuamen-