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DE MADRID A NAPOLES

Trinitá de Monte, y al pie de esta escalinata hay una singularisima Fuente, que no es sino una canoa de mármol (la Barcaccia), obra del famoso Bernini. — Las principales casas de la Plaza son magníficos Hoteles, ocupados siempre (menos el verano) por viajeros de todo el planeta.

Entre los hoteles, se levanta el gran Colegio de la Propaganda, ricamente dotado por los Papas, á fin de albergar en él, como alberga , un gran número de jóvenes impíos, idólatras y herejes de todas las partes del mundo, á los cuales se da allí educacion católica y se confiere las órdenes sagradas, despues de lo cual son devueltos á sus paises respectivos en calidad de Misioneros. — Dicho se está, pues, que en Colegio de la Propaganda se hablan casi todas las lenguas del mundo; pero el latin es, como si dijéramos, la oficial. — No obstante, dos veces al año se celebra allí una sesión pública, en la que los colegiales recitan poesías en más de cincuenta idiomas y dialectos diferentes.

En frente del Palacio de nuestra Embajada, se levanta el Monumento recientemente erigido para conmemorar la definicion dogmática de la Purisima Concepcion de la Virgen. El Monumento consiste en una gran Columna, muy desgarbada por cierto, coronada con la Estatua de Maria. — Como quiera que sea, me alegro mucho de que el Gobierno papal haya escogido el barrio español para rendir este homenaje á la patrona de las Españas, á quien tantos Altares hemos levantado todos cuando niños (á lo menos asi se hacia en mi pais y en mis tiempos), venerándola bajo la advocacion de Patrona de las Escuelas.

Por último, en la acera opuesta al Palacio de España, se encuentra el Holel d' Europe, en cuyo patio echamos pie á tierra, no sin experimentar una nueva emocion al fijar por primera vez la planta en el suelo de Roma.

Era la hora veinte y una; quiero decir, eran las dos y media de la tarde...

(La plebe romana cuenta todavía las horas hasta veinte y cuatro, con arreglo al antiguo Cuadrante italiano, tomando por punto de partida el ocaso del sol, que marca el fin de la vigésima cuarta hora. — Entonces suena el Ave-María, ó sea el toque de oraciones, y principia un dia nuevo para la ciudad de los siglos...

Era, pues, la hora veinte y una: entregamos nuestros pasaportes al dueño del hotel, á fin de que nos sacase el permiso de la Policía para permanecer un mes en Roma; nos instalamos en confortables habitaciones; nos compusimos un poco, como dicen en mi tierra; almorzamos ligeramente, sin omitir los indispensables maccarroni, y nos echamos á la calle, cada uno por su lado, á despachar algunos urgentísimos asuntos particulares, que yo me permití calificar de prévios.

Queria decir con esto, que en el programa de mi primer paseo por Roma (que ha durado dos horas y media , y del cual he vuelto hace algunos minutos), no entraba ni por asomos el propósito de verla ó estudiarla, sino, por el contrario, una firme resolucion de andar por ella indiferente-