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DE MADRID A NAPOLES


»muebles etc. Los regalos que yo le haga á usted serán cuenta aparte y »dependerán de su conducta conmigo y del amor que llegue á tenerle. »Si al cabo de dos años encuentro que usted se ha portado bien, le daré »una inscripción que e asegure una módica renta para el resto de su vida; y de esta manera, cuando yo me case, tendrá usted un dote regular, »que, unido á su hermosura, cuya índole es duradera, le proporcionará á »usted un buen enlace con un abogado, que la llevará á reinar á una »provincia en que nadie la conozca y donde no podamos nunca saber el »uno del otro. — Usted no tiene reloj Yo le ruego que admita este. — »Es de oro No lo dude usted. Me ha costado 600 francos. — Mañana »tendré el honor de volver por aquí y me dirá usted su resolución.»

«Dijo, y partió, dejándome el reloj en la mano y la felicidad en el alma.

»¡0h! si viera usted qué lindo era el reloj! ¡Algún ángel le habia dicho á aquel hombre que yo deseaba tener hora!

»Mis compañeras de mostrador me miraban con curiosidad, deseando saber y casi adivinando lo que el conde me habia dicho.

»Yo se lo conté extensamente, y se llenaron de envidia.

»Por darme importancia, les dije que no sabia si aceptar la vida que se me proponía, y todas me llamaron á una voz estúpida.

»Consulté á los dueños del establecimiento , y estos me aconsejaron que no desperdiciase mi buena suerte, añadiendo que yo era muy afortunada y estaba llamada á grandes cosas, y encargándome, por último, que no los echase en olvido, pues ya sabia lo bien que me hablan tratado».

«Usted puede, me dijeron, hacer que el conde y sus amigos y todas »las damas elegantes que tratará usted con el tiempo, se surtan en nuestra casa, y nosotros, en cambio, le daremos siempre á usted los guantes »al precio de fábrica, sin ganarnos cosa alguna. En cuanto al reloj, es un »Merian muy bonito, con doce centros en rubís, y todas las cajas de verdadero oro. — Aunque esta noche no es domingo, puede usted ir a! teatro, si gusta, y hasta invitar á sus compañeras en señal de despedida. »Su haber líquido de usted en la casa es todavía de 30 francos, gracias á »su economía y escelente orden. ¡Conque abrácenos!»

«¡Oh! (continuó Alicia, muy conmovida) Aquella era una buena gente Yo no los olvidaré nunca. Unos padres cariñosos no hubieran sido mejores con una hija

»A1 día siguiente fué á buscarme el conde. Iba en carruaje. Salí con él. Encontramos casa. Compramos muebles. Se mejoró mi vestuario, y pocos dias después quedé instalada como una reina.

»Mi vida desde entonces no puede ser mas feliz. El conde me visita todos los dias de cuatro á seis de la tarde. Los martes se queda á comer conmigo. Los jueves mejacompaña al teatro, y los domingos los pasamos juntos en casa de Mauricio.

»El resto de la semana estoy libre. Tengo algunas amigas. Hago visitas