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DE MADRID A NAPOLES

á cada paso. Esta enfermedad consiste en una fiebre intermitente y muy maligna, que ha acabado por despoblar extensísimas comarcas. La ma- laria reina desde la primavera basta mediados de otoño. Las pobres gen- tes á quienes la dura necesidad obliga á desafiar el tremendo azote, y que viven en pueblecillos situados sobre el camino que seguimos , pare- cen almas en pena, ó más bien cadáveres ambulantes. ¡Qué lúgubres mi- radas las de aquellos hundidos ojos negros! ¡Qué palidez sepulcral! ¡Qué horrible demacracion !

Según la Guia, dentro de pocas horas empezaremos á ver á lo lejos algunas ruinas, ó el mapa nos indicará los sitios y los anticuados nombres de muchas famosas ciudades que ya no existen. — La malaria acabó con sus habitantes, y la soledad y el tiempo se han encargado de talar sus campos.

La estacion en que nos hallamos es la única saludable en este pais, y, sin embargo, apenas encontramos algunos arrieros que parecen espa- ñoles, envueltos en sendas capas y caminando lentamente detrás de pere- zosos asnos.

La gente de los citados pueblecillos usa unas capas coloradas y unos altos sombreros puntiagudos que , unidos á sus crecidas barbas , les dan un aire muy marcado de personajes de melodrama. La miseria , la barba- rie y el aislamiento añaden sus tétricos perfdes á estas melancólicas figu- ras y á sus pobrísimas viviendas.

Dentro de los mismos Pantanos que producen la peste , vemos , entre los juncos, algunos hombres desarrapados y de espantosa fisonomía, mon- tados en grandes caballos , no menos fatídicos que ellos. Dichos hombres van armados de una larguísima garrocha , con la cual tantean el terreno y gobiernan y dirigen numerosas piaras de búfalos que se revuelcan en las aguas corrompidas. — El contorno que dibujan sobre el cielo estos solitarios ginetes, llega á tomar proporciones tan fantásticas, que se dejan atrás todo lo inventado por los poetas de Alemania en punto á caballeros infernales.

Pero vamos á otra cosa. — Contra lo que nosotros esperábamos, y con- tra lo que nos prometieron en la Administracion de Postas de Siena , re- sulta, segun los cálculos de los postillones , que no podremos llegar hoy á Roma con luz del dia, sino despues de la media noche. — Esto no nos conviene de ningun modo ; por lo cual hemos resuelto contentarnos con ir á dormir á Vitervo, ciudad importante, que solo dista ocho horas de las murallas de Roma; y, áun asi y todo , hemos andado tan poco hasta ahora, á causa del mal estado de los caminos, que tendremos que correr hoy muchísimo á fin de pasar de dia por los Bosques de Bolsena, infesta- dos siempre de ladrones, según dejamos apuntado.

Afortunadamente , el carruaje no puede ser más cómodo ni las pro- visiones del cesto de mimbres más socorridas contra el fastidio. El vino es el antídoto natural del frio y de la tristeza , y Caballero y yo no hemos agotado todavía el tesoro de nuestros recuerdos... Bebemos, pues, y ha-