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DE MADRID A NAPOLES

hemos convenido con el Maestro de postas, no sin procurar hacerle creer que partiremos mañana muy temprano.

Lo que menos puede figurarse nadie es que nosotros, después de ha- ber pasado el dia vagando por Siena, pensemos en emprender nuestra marcha con una noche tan espantosa... — Y, sin embargo, este es nues- tro plan.

Para llevarlo á cabo con la menor molestia posible, nos hemos com- prado largos gabanes y altas botas de pieles; hemos dispuesto un aparato para tener luz dentro del coche, y hemos llenado de provisiones de boca una más que mediana cesta de mimbres. — De esta manera, á eso de las once, cuando menos pueda imaginárselo la policía de los bandidos (pues los bandidos tienen en Siena su policía, que les avisa con antelacion á qué hora salen viajeros para Roma , y á qué hora podrán pasar por los Bosques de Bolsena); á eso de las once , digo, cuando todo el mundo dormirá en la Ciudad y los caminos estarán custodiados por la nieve, nosotros mismos iremos al Correo, despertaremos al postillon, le mandaremos enganchar, y el ruido del carruaje será la primera noticia que tendrán los sieneses de mal vivir de que han volado los pájaros que creian cogidos en el Ho- tel del A quila Ñera.

Y no vayáis á creer, vosotros los que me leeis, que, al tomar estas precauciones, calumniamos á los italianos, pareciéndonos á los ingleses y franceses que, cuando viajan por Epaña, ven un bandido en cada pobre hombre ó en cada palo de telégrafo... — En nuestro miedo no hay poesía ni exageracion alguna. El dueño del Hotel y el Administrador de Correos nos han aconsejado la mayor prudencia y nos han referido más de veinte robos que han tenido lugar este mes desde Siena hasta Viterbo..-Pero, ¿qué más? esta misma tarde, cuando estábamos ajustando la silla de posta, hemos encontrado á un Correo de gabinete, español por más señas, que acababa de llegar de Roma en aquel instante (y que ya ha seguido su marcha hacia París), el cual nos ha dicho que ha hecho este viaje por tierra contra todo el torrente de su gusto, á causa de estar agitadísimo el mar Tirreno; que ayer ha encontrado una Diligencia robada cerca de Montefiascone ; que en la expedicion anterior lo robaron á él en Acqua- pendente; que ni en los caminos ni en la frontera romana se encuentra un solo gendarme, y, en fin, que procuremos viajar á horas desusadas, y sin previo aviso á los Maestros de postas...

Con que ya veis que los bandidos, y si no los bandidos (pues ya no los hay poéticos en la Italia central), al menos los prosáicos ladrones que tememos, tienen una existencia real y corpórea, y que nuestras precaucio- nes no son nada quijotescas. — Hechas estas salvedades, partamos.

— ¿Y las hermosas siniesas? me preguntareis.

Es verdad: se me habia olvidado deciros que, con motivo de la nieve, me voy de Siena sin haber visto una sola mujer digna de estudio en ven- tana, balcon, calle ni iglesia.

¡En cuanto á las domésticas arrecidas y rebujadas que han andado hoy