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DE MADRID A NAPOLES

«femérides! — El dia 14 acampamos en Sierra-Bullones, y aquella noche fue la primera que pasé bajo la tienda , sin más amparo que el de Dios. — El dia 15 oí las primeras balas, vi los primeros moros. — El 17 la segunda acción; aquella retirada en las tinieblas, aquellos gemidos en nuestras illas... — Anoche. ...es decir, la noche del 18 de diciembre, el vendaval, el diluvio... ¡el agua, el viento y la sombra envolviéndonos en un triple sudario!...

En esta nuestra última tertulia la conversación giró muy especialmente sobre la proximidad de la Noche-buena: lo cual quiere decir que nuestra nostalgia subió de punto...

— El año pasado (nos dijimos) celebramos la Noche-buena en África, tierra infiel y maldita. Este año va á sorprendernos en un suelo extranjero y entre gentes excomulgadas... Ya no tenemos tiempo de correr al seno de la patria y al lado de la familia , ni tampoco debemos abandonar la Italia cuando nos hallamos á un dia de distancia de la augusta Roma; cuando nos esperan Nápoles; el Vesuvio y Pompeya. — Lo que debemos hacer es dejar en seguida la pagana ciudad en que nos encontramos, y marchar á Roma, patria de todo el mundo, donde la Religión ofrecerá á nuestras almas el inextinguible hogar del Catolicismo, en torno del cual hay sitio para todas las gentes , para todos los peregrinos , para todo el el universo. ¡Por la historia, por la lengua y por la fé, somos ciudadanos romanos!.. Cives romani sumus!... — Celebremos, pues, la Pascua en Roma.

Y diciendo y haciendo, en aquel mismo instante empezamos á disponer nuestra partida , que se verificará esta tarde á las cinco.

Debo advertiros antes de marchar, que el buen tiempo ha concluido. Hoy ha amanecido lloviendo. — Principia, pues, el invierno en Florencia.

Esta circunstancia contribuye á añadirle no sé qué triste solemnidad al viaje que vamos á emprender: solemnidad y tristeza que cuadran perfectamente al estado de nuestro ánimo. — Yo no comprenderla una peregrinación á la Ciudad Eterna sino con dolor y fatiga..., y nuestro viaje promete ser sumamente penoso. — El Ferro-carril sólo llega á Siena, donde dormiremos esta noche y pasaremos mañana el día , viendo aquella ilustre ciudad y buscando Diligencia ó Silla de postas que nos lleve á Roma. — Cruzaremos, pues, el Sub-Apenino toscano con agua, viento y nieve, á merced de un postillón y cuatro caballos.

Por otra parte, muchos nos dicen que es temerario hacer esta espedicion en un tiempo de tantas revueltas y calamidanes, y hasta nos hablan de recientes robos en los bosques que habremos de atravesar...

— «¡Adelante, y fiemos en nuestra buena estrella!...» ha sido nuestra contestación.

Jussuf, el islamita, no encontrándose asistido de que á nosotros nos fortalece , ha oido nuestra confesión hundidos con aquella atención ó aguzamiento de orejas con que los caballos árabes los pasos de una remota caravana, después de lo cual nos ha