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DE MADRID A NAPOLES

tunarle; pues el animal ha demostrado ya más de una vez, con fuertes mordiscos, el desprecio que le inspiran los criados. Desde el café se va al Casino d'Nobili, donde pasa la noche en vela, como verdadero elegante, y á la madrugada se duerme sobre algún sofá, en compañía de los jugadores y calaveras de buen tono.

Borraschino me fue presentado en el Café de Italia; yo le convidé á helado y barquillos, y desde entonces no ha dejado de saludarme donde quiera que me ha encontrado... — Por lo demás, esta broma de toda una población rae ha parecido muy seria. ¿Qué significan tantas muestras de amor hacia un perro tudesco? ¿Es una tímida expresión de afecto á la autonomía de Florencia, perdida en la misma guerra en que murió el amo de Borraschino? — ¡No quiero creerlo! La pensadora Toscana da muestras todos los días de hallarse contentísima bajo el cetro de Víctor Manuel. Y ¿cómo no? La unidad italiana era hace mucho tiempo el bello ideal de los florentinos, expresado por todos sus artistas, poetas y escritores. Así es que Ricasoli, luogo-tenente-generale del ex-Gran Ducado, no encuentra entorpecimiento alguno en la opinión pública al gobernar en nombre del Rey de Italia.— El amor á Borraschino será pues, mera poesía...

En el Café de Italia he hecho algunas otras observaciones y averiguado más de cuatro cosas. — Son las siguientes:

La clase media de Florencia es avara, y, si no avara, sumamente económica, y, si no económica, demasiado pobre para su educación y sus necesidades. — Como quiera que sea, hay una infinidad de jóvenes en la población que llevan una vida casi elegante á muy poca costa; ¡por 10 ó 12 reales diarios! — Hay que advertir que Florencia es extraordinariamente barata, sobre todo para los florentinos, como si estos hubiesen pactado ayudarse unos á otros á fin de poder hacer á los ojos de los extranjeros un mentido alarde de la antigua grandeza.) — Ya os he dicho que van por dos cuartos á le Cascine y que vuelven por otros dos. Ahora bien: en el Café de Italia, que acaso es el mejor de la Capital, almuerzan café con leche y pan, por tres ó cuatro cuartos; comen por un franco...; y aún hay Cafés y Restaurants en que se come mas barato); van al teatro por dos ó tres reales; fuman casi de balde (y asi resulta ello) ; y hasta refrescan... y se convidan á sí mismos á media copa de tal ó cual licor... sin salirse del presupuesto de las tres pesetas.

Consecuencia de esta refinada economía es que, cuando pedís algo en un Café, el mozo os replica en seguida: «Mire usted que eso cuesta tanto.» — Es observación que he hecho en todos los Cafés de Florencia. — En cuanto á los pobres, piden de limosna un céntimo..., moneda imaginaria en otros países, pero contante y sonante en la ciudad de los Médicis; y un saldo de propina arranca un saludo al más finchado servidor. — Bien que la oficiosidad ó serviciosidad (palabra recién-nacida) de los florentinos pobres corre parejas con su avaricia. La nimia división del dinero ha traído consigo una nimia división del trabajo. Yo no tenia idea de oficios tan menudos, de servicios tan tenues como los que se prestan en Florencia. — Los fran-