atribuido á Rafael; ni del Museo Etrusco; ni del Egipcio; ni de siete Bibliotecas públicas, en que hay millares de tesoros en libros raros, en manuscritos, grabados autógrafos... etc., etc.
Y no hablaré de nada de esto (y en adelante seré más parco en descripciones y enumeraciones de obras de arte) , porque no se me oculta que este libro se desnaturaliza y que la relación de mi viaje se amanera. — Nada más natural; y á todo el que recorra la Italia le acontecerá lo que á mi me ha sucedido. — Italia es un vasto museo , en el cual el hombre mas indiferente al arte (y yo no lo he sido nunca, á Dios gracias) acaba por aficionarse á él de tal modo, que se olvida de la naturaleza, de las costumbres , de la política, de todas las demás cosas que se proponía estudiar en esta tierra, para no pensar más que en estatuas , cuadros, monumentos y antigüedades de todo género. — Y es el caso que á medida que se baja por la Península, estas antigüedades, estos monumentos, estos cuadros y esculturas son mayores en número é importancia. Después de Florencia... Roma, el panteón de los siglos: después de Roma..,, Nápoles, reflejo de la Grecia, y teatro hoy de la resurrección del mundo pagano, cuyos espectros de mármol se alzan todos los dias de entre las cenizas de la muerta Pompeya y del sepulcro de lava que encierra el cadáver de Herculano...
Lo anuncio, pues, desde ahora (y nadie me acuse de irrespetuoso, de poco atento, de indiferente á la magestad del arte): será muy posible que en la prosecución de este escrito me veáis pasar al lado de grandes obras de escultura , de pintura y de arquitectura , sin hacer siquiera mención de ellas, ó citándolas muy someramente, por más que yo las haya contemplado con sumo detenimiento... — ¡Oh, sí! creedme... Las condiciones de esta relación y el objeto de mi viaje se desnaturalizarían completamente sí hubiera de nombrar uno por uno todos los portentos artísticos que me esperan en Roma y Nápoles, y aquellos de que no he hablado en Florencia. — Básteos saber que los Catálogos, los sucintos Catálogos de los Museos de Pitti y Uffizi, de los Museos del Vaticano y del Capitolio , de las Galerias particulares de Roma, del Museo Borbónico de Nápoles y de las Ruinas de Pompeya, forman otros tantos volúmenes, y que todos juntos sumarían una- obra tres veces más voluminosa que la presente!
En cambio, volveré á ocuparme con preferencia de las costumbres y de la fisonomía de los pueblos que visité, asi como de los sucesos que amenicen mí viaje, lo cual no impedirá que, cuando se levanten á nuestra vista obras tan maravillosas y excepcionales como San Pedro de Roma, como el Coliseo, como el Juicio Final de Miguel Ángel ó como las Loggie de Rafael , me detenga delante de ellas y les consagre algunas páginas.
Conque emprendamos el camino de la enmienda, y antes de abandonar la Capital de la Toscana , demos algunos toques más al cuadro do nuestra vida y costumbres en las encantadas márgenes del Arno.