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DE MADRID A NAPOLES

dicho; ¡todo eso... fingido en mármol! — Hé aquí el resumen de su elogio. — Creyérase, sin embargo, que la ficciones la piedra, no la mujer. — Quiero decir que se duda de que tal piedra exista. — Aquel ser alienta; aquella carne palpita; aquellos dintornos no están fríamente precisados; aquella figura está compuesta , colocada por sí misma. — Tanta armonía no puede sor prestada. Tanta belleza no puede ser agena. — Asi es que lleváis la mano á la beldad con púdico temor, creyendo que va á sentiros, que vais á ofenderla, que va á moverse , que puede huir, y os asombra tocar el duro Paros, sentir el frio de la mentira, como otras veces habréis sentido el de la verdad , y convenceros de que la Venus de Médicis no existe: que sólo existe, ó por mejor decir, existió hace dos mil años, un escultor que se llamó Cleomenes, el cual fue, como si dijéramos, el Rafael de una Religión que nadie profesa ya sobre la tierra.

Tan singular portento no se halla solo en la Tribuna degli Uffizi.

Aquella Tribuna es una especie de santuario del arte, en que se han reunido, para que hagan compañía á la obra soberana de Cleomenes. otras cuatro Estátuas griegas, escogidas entre las muchas que encierran las demás Salas, y veinte ó treinta Cuadros, que son otras tantas joyas de la Pintura, escogidas también entre cientos y cientos de obras capitales.

Las estatuas son tan famosas , que basta nombrarlas para que los amantes del arte compredan cuánto habré yo gozado en aquel maravilloso recinto. — Allí está el célebre Apollino de Praxiteles... — Allí el Arrotino (amolador), que otros llaman el Espia. — Allí los renombrados Luchadores. — Allí el Fauno bailando , admirablemente restaurado por Miguel Ángel...

¡Cuánto pudiera decir de cada una de estas inmortales Estátuas, tan perfectas , tan vivas , tan elocuentes , tan simbólicas !

De los Cuadros que cubren las paredes , citaré solamente algunos, deteniéndome á hablar de muy pocos.

El primero que fijó mi atención , por el contraste que hacia con la Venus de Médicis, fue una Venus de Ticiano, toda desnuda, tendida en un revuelto lecho, pintada con aquel prodigioso color en que no tiene rival el ilustre artista, bella sobre toda ponderación, y superior en mi concepto á todas sus demás Venus. — En cuanto al contraste que he indicado, consiste en que la Venus del pintor cristiano es sumamente sensual, pagana, lúbrica..., mientras que la del escultor gentil es pudorosa, tímida y recatada, según dejamos dicho. En aquella predomínala materia: en esta predomina el espíritu. La una habla á los sentidos: la otra á la imaginación. La florentina es la hermosura natural: la griega es el ideal del arte.

También encierra la Tribuna seis cuadros del divino Rafael, que son: un Retrato de una mujer, que parece hermana mayor de la Magdalena Doni del Palacio Pitti; — una magnífica y muy bien conservada repetición del Retrato de Julio II;—la Madonna del Cardenillo (del Gílguero); ani-