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DE MADRID A NAPOLES.

De vuelta de las Iglesias, en las cuales, como he dicho, pasaba la mañana, me dirigia á la Plaza del Gran Duque, donde se encuentra el Correo. — Allí recogía mi corresponda; saludaba al paso con cierta familiaridad al David de Buonarroti, al Perseo de Cellini y á la Sabina de Juan de Bolonia; me hacia limpiar las botas nada menos que por un conde, primogénito heredero de una nobilísima y antiquísima familia, establecido con sus cepillos cerca de la Loggia de Lanzi; entraba á dar una vuelta por el gran Salón del Palazzo Vecchio , donde evocaba las grandes sombras de la República florentina, ó creía oír la tonante voz de Savonarola, ó me contentaba con admirar las Estátuas que lo decoran (entre ellas un magnífico Grupo de Miguel Ángel; La Victoria y un Prisionero) y las Pinturas de Vasari {Fastos de Florencia) que adornan los techos de aquella espaciosa estancia; y, por último, al sonar las once, me dirigía al Hotel, — á cuya puerta me esperaba siempre Jussuf, quien me daba los buenos días con una infantil sonrisa y con este lacónico discurso:

Almorzar.

Después de almorzar, nos íbamos Caballero y yo á la Galería del Palacio Pitti ó á la de Uffizi , donde permanecíamos hasta las tres de la tarde...


Deseando y temiendo estaba hablaros de esas dos galerías. — En ellas hay 3,000 obras de arte, dignas todas de especial mención y muchas de ellas de un mérito tan extraordinario que no reconocen rival en el mundo entero. — ¡Imposible, no digo describirlas, sino citarlas en un libro como este! — Imposible también pasarlas en silencio!

Para salir de este apuro, me contentaré con hablaros de aquellas que más me sorprendieron, y cuyo recuerdo sobrenada todavía en el Océano de mis confusas impresiones.

Empezaremos por la Galería Pitti.

El Palazzo Pitti (construido por un comerciante particular, á quien se lo compró Leonor de Toledo; llevado por ésta en dote á Cosme I de Médicís, que trasladó á él su residencia, abandonando el Palazzo Vecchio ó de la Señoría, y habitado después por todos los Grandes Duques de Toscana) es un edificio inmenso, grandioso, originalísimo, levantado sobre enormes sillares toscamente labrados á la manera etrusca (de los que hay muchos cuya longitud pasa de ocho metros), y más parecido á una ciudadela que á una mansión real. Detrás de esta construcción de titanes, hay unos extensísimos Jardines , que ocupan toda una montaña , llenos de Estátuas, Fuentes, Escalinatas de mármol, Grutas preciosas, y cuantos primores pueden imaginarse para combinar el arte con la naturaleza; y, á fin de que todo sea descomunal y ciclópeo en Pitti, los Médicís abrieron un camino subterráneo (un túnel, que diríamos ahora) entre este Palacio y el de la Señoría; camino que existe hoy, pasa por debajo del lecho del caudaloso Arno y va á parar á la Galería degli Uffizi.

La Galería Pitti se compone de diez y seis habitaciones, en que hay