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DE MADRID A NAPOLES

revela, desde que se sale de Prato, que se aproxima uno á un gran foco de poblacion, á un gran centro de vida, á un gran campamento ,—del cual está recorriendo las avanzadas...

Poco á poco van estrechándose las distancias entre los aislados edificios; van relacionándose éstos; va formándose la colmena ; va condensándose la Ciudad..., hasta que, por último, aparecen á lo lejos algunas elevadísimas Torres; y luego la gran masa de la Capital, en magnífica perspectiva...

¡Florencia!... aquella es Florencia, ó sea la patria de las flores (se apresura á deciros vuestra memoria, temerosa de que se entristezca vuestro corazon): aquella es la Ciudad dos veces ilustre en la historia del arte, como etrusca y como italiana; aquella es la rival y vencedora de Fiésole, cuyo esqueleto blanquea todavía en la próxima montaña; aquella es la Colonia embellecida por los romanos, la deidad admirada y luégo destruida por los bárbaros; la desheredada princesa restablecida en su trono por Cárlo Magno; aquella fué luégo la ardiente republicana, al par que elegante aristócrata, que dispensó sus favores indistintamente á Gúelfos y Gibelinos, y fue amada y maldecida por el infortunado Dante; esa es la Córte de los Médicis, de aquella familia le astutos comerciantes que se trasformó de pronto en dinastía de Príncipes, y dió Reinas á toda Europa , Pontífices al Cristianismo y Tiranos á Florencia..., pero tiranos ingeniosos que hicieron olvidar á los toscanos su perdida libertad, adormeciéndolos con el suave beleño de las letras y las artes y enervando su clásica energía en el seno del lujo y los placeres; esa es la Atenas del Renacimiento, la Ciudad-museo, en cuyas plazas se ven todavía, revueltas con la multitud ociosa, las esculturas de Miguel Angel y Benvenuto Cellini; esa fue la cuna del talento, el emporio del saber y la cultura, la escena de los grandes crímenes, el salon de las lujosas fiestas, la gran escuela política; ahí se encuentran hoy millones de libros, cuadros, estátuas, joyas, medallas, camafeos, bronces, manuscritos, reliquias, templos, sepuleros y palacios, testimonios elocuentes de las glorias florentinas; esa es, en fin, la patria de Dante, de Maquiavello, de Bocaccio, de Americo Vespucio, de Cimabue, de Ficin, de Mars, de Andrea del Sarto, de Lorenzo de Médicis, dle Leon X, de Lulli, de Bruneleschi, y de otros muchos artistas, poetas, papas, historiadores, sabios, guerreros y navegantes de inmor- tal renombre...

Tal es la Florencia que ve la imaginacion, en tanto que los ojos descubren sucesivamente un apiñado grupo de Torres señoriales, Cúpulas y Campanarios; altos techos de enormes edificios; graciosas siluetas de negros Palacios, destacándose en el limpio cielo; Puertas almenadas; Jardines levantados sobre algunas azoteas ; calles de árboles; Puentes; Arcos; los anchos espejos del Arno caudaloso; suntuosas casas modernas ; centenares de carruajes por todos lados; una inmensa muchedumbre á pie; lujo, animacion, alegría, movimiento y ruido en la estacion del Ferro-Carril, en los Muelles, en el rio, en las calles, en las plazas, en todas partes...;