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DE MADRID A NAPOLES

bre sino porque le ahogaba el dolor al mirar el rostro de sus hijos. — Callóse, pues; y callados pasaron aquel dia y otro.

Quel di e l' Atro slemmo tullí muli.

¡Después fué cuando el ayuno pudo más que el dolor! — ¡Espantoso martirio!...

Pero dejemos esto; que no estamos en el caso de traducir ahora todo el canto XXXIII del Infierno, ni tampoco nos seria posible omitir de él palabra alguna, á poco más que recordásemos su feroz belleza.

Recitando las sentidas imprecaciones con que termina Dante este episodio de su poema , dirigí por último mis pasos á la Piazza del Duomo, situada en un extremo de la ciudad, lindando ya con el muro de circunvalación.

La soledad y la tristeza que reinan en toda Pisa, llegan á ser absolutas en aquel barrio. Ni los escasos rumores de la población, ni su pobre comercio, ni los pocos carruajes que la cruzan llevando viajeros de un ferro-carril á otro, nada, en fin, alcanza á turbar la melancólica quietud de aquella Plaza desierta en que se levantan , á la manera de gigantescos monumentos sepulcrales, las cuatro maravillas de Pisa, sus cuatro escudos de nobleza, sus cuatro títulos á la admiración y al respeto de las ciudades que la han dominado y empobrecido; — la Catedral, el Campanile, el Battisterio y el Campo-Santo.''

Todo el mundo está de acuerdo en ello: la Piazza del Duomo es una de las más bellas que existen. — A mí me ha recordado la Piazzetta de Venecia; me ha hecho adivinar la famosa Plaza del Duque de Florencia , y me ha llevado á imaginar lo que serian el Foro Romano ó las Plazas de Atenas, en que se veían expuestas al aire libre tantas y tantas maravillas de arte.

En el centro de la Plaza se levanta la Catedral, erigida en acción de gracias á la Virgen María por la victoria que alcanzó la República sobre los agarenos en la Isla de Sicilia. — La construcción es de los siglos XI y XII. — La fachada , graciosa y bella , consiste en cinco órdenes de ar- cos, elevados unos sobre otros. Semejante edificación , bizantina en su conjunto, greco romana ya en sus pormenores, presta al grandioso Templo una ligereza, una levedad, una elegancia aérea que recuerda el estilo veneciano. Tanta delgada columna , tanta hueca galería , la airosa cúpula, basta las mismas combinaciones de mármoles blancos y negros, empleadas en Pisa con mayor acierto que en Génova, contribuyen á dar al Duomo aquella hermosura externa, material, física que encontramos en la Catedral de Milán. — El interior de la Catedral corresponde al exterior. Allí se ven cinco hermosas naves de la misma arquitectura medio bízan tina, medio romana. En torno de ellas gira una galería alta, destinada á las mujeres, según era costumbre en los primeros siglos de la Iglesia. Hermosos altares, magistrales estatuas (algunas del inspirado Juan de