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DE MADRID A NAPOLES

sia, desde donde seria conducido definitivamente al lugar que determinase S. A. el Principe de Carignan, hermano de Victor Manuel y Luogo-tenente General de la Toscana.

La explicación de todo esto se alcanza fácilmente. El Príncipe de Siracusa ha representado en Nápoles, desde la muerte de Fernando II, el mismo papel que representó en España el Infante don Carlos á la muerte de Fernando VII, con la sola diferencia de que el Pretendiente napolitano, para disputar la corona á su sobrino, enarboló la bandera liberal. — Supongo que conocéis sus famosos escritos de estos últimos tiempos. — Ahora bien; como este Borbon ha sido liberal, la Toscana, ó sea la Italia, se ha creido en la precisión de hacerle funerales, mientras que el Sitiado de Gaeta, fundándose en la mismisima razón, no se ha dado por entendido de que tal hombre fuera hermano de su padre.

Como quiera que sea, el Entierro pasó por debajo de nuestros balcones, siguiendo por la orilla del rio, en cuyas aguas se reflejaban tristemente la fúnebres antorchas. La lluvia, las armonías de la banda militar, el canto de los clérigos, el caudaloso Arno, la silenciosa muchedumbre que coronaba los Muelles, la tenebrosa noche, y el acontecer todo esto en una ciudad tan romántica y lúgubre como Pisa, daban á aquel espectáculo una poesía melodramática, digna por cierto de la Grande-Opera.

Muy entrada ya la noche, cesó la lluvia; lo cual nos animó á ir al Teatro.

El Real Teatro de Pisa , alumbrado con aceite, es tan malo como barato. La compañía nos pareció regular. La comedia era detestable, á pesar de su correcto y elegante estilo. El público se componía de jóvenes imberbes, entre los que se veían algunos garibaldinos.

Aquellos mozalvetes ocupaban todos los palcos, en los que fumaban y comían que era un contento. — ¡Ni una mujer por ningún lado! — El Teatro, más que un templo del Arte, parecía una de esas tabernas en que la juventud viciosa se reúne á hacer gala de su pésima educación ó de su desenfrenado cinismo.

¡Y qué propio de ilustres ciudades arruinadas es semejante estado moral de la clase media ! ¡Cuánta gracia y cuánto talento, y cuánta corrupción y vileza á un tiempo mismo, revelaban las bufonadas soeces de aquellos holgazanes! — Ellos aplaudían á los actores según iban saliendo, y los silbaban según se iban marchando: ellos ofendían con sus obscenas demostraciones á las famélicas actrices : ellos buscaban en la comedia ocasión de lanzar ingeniosos epigramas contra la Francia, que los ha libertado de la tiranía : ellos interrumpían la representación con discursos que hubieran sido donosos si no hubieran sido groseros: ellos, en fin, me confirmaron en una idea que ya me había ocurrido por la mañana al desembarcar en Liorna, á saber: que los pueblos de Italia van siendo más y más viejos y experimentados, más y más pobres de virtud y energía, más y más ricos de genio y hermosura , más y más corrompidos y mise-