El Vapor Princesa ha tardado nueve horas en traernos de Génova á
Liorna.
La noche ha sido terrible , y las dos cámaras han estado convertidas en dos enfermerías. — ¿Qué le habíamos hecho nosotros al mar para que nos tratase con tanto rigor?
Al amanecer aplacó su furia, y al poco rato oímos las cadenas de las anclas; cesó el ruido del hélice; paróse el Vapor, y todo el mundo dijo: — ¿Liorna? — Liorna. — ¡Liornal..., con diferentes entonaciones.
Subí sobre cubierta; y me encontré delante de una Ciudad fortificada, en un Puerto bastante concurrido y en frente de un Muelle en que se movían muchos comerciantes y marineros.
— Estamos en la Toscana (me dije): en la patria de Dante, de Maquia- velo y de los Médicis; donde Miguel Ángel...
Pero las operaciones del desembarco me impidieron continuar mi tá- cito monólogo. — Dediquéme, pues, á ver.
El cielo se había despejado y el sol iluminaba el litoral.
Allá á lo lejos, hacia la izquierda, se divisaban las aguas del Arno y algunos edificios de Pisa , situada á tres leguas de Liorna.
Pisa se bañaba antiguamente en las olas; pero las aguas se han ido retirando de ella, ó las arenas del Arno han hecho retroceder á las aguas, hasta el punto de haber hoy dos leguas de playa entre la que fue rival de Génova y la orilla del Mar Tirreno. — Lo mismo ha acontecido en la Valencia de España y en otras muchas ciudades marítimas; y, así como en Valencia se ha fundado el Grao sobre las arenas abandonadas por el mar,
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