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DE MADRID A NAPOLES

un testimonio material de su gratitud y su admiracion á aquel grande hombre! — ¡Verdad es que ya le pagó en vida tantos beneficios, cargándolo de cadenas y encerrándolo en una prisión!! — ¿Qué mayor recompensa que el martirio para el bienhechor de la humanidad? ¿No había echado él sobre sus hombros la Cruz de Cristo y la habia llevado de un Continente á otro? ¿No lo proclamaba asi al escribir su sagrado nombre: —Xpo. ferens? ¿No mendigó el pan del sustento antes de redimir un mundo? ¿No fue te- nido por loco? ¿No lo escarnecieron los escribas y fariseos de la ciencia? ¿No lo negaron sus compañeros la víspera de su gloria? ¿No lo crucificó la ingratitud?— ¡Pues á fe que no lo hemos desconocido! ¡En verdad que lo hemos tratado como á quien era! — ¡Dios lo quería para sí, y nosotros lo purificamos en el purgatorio de nuestra injusticia! ¿Qué importa que no íe levantemos estatuas en la tierra, si le hemos dado un trono en el cielo? ¡Oh hidalga España! ¿Cuándo será que tu noble orgullo se traduzca en obras? ¿Cuándo recobrarás el concepto de ti misma?

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Génova me ha recordado mucho á la Venecía terrestre. Las mismas callejuelas oscuras , moriscas , formadas por altísimos Palacios ; la misma suntuosa arquitectura, aunque de diferente estilo; los mismos puentes, las mismas escaleras para ir de una calle á otra; igual acumulación y superposición de edificios; idéntica abundancia de mármoles.

Ya os he dicho que la Ciudad está construida en anfiteatro ; y de tal manera es esto cierto, que hay en ella calles que se cruzan en el aire; otras que suben desde la orilla del mar á una inmensa altura ; Palacios escondidos entre miserables viviendas; salones edificados allá en las nubes, en los que se ven relucir por la noche lujosos dorados , al fulgor de las bujías, mientras que resuena en ellos el compás de la música y del baile, y se ven cruzar voluptuosas figuras al través de las artísticas ventanas... — Durante el día, la animación de la ciudad es extraordinaria. (Ya supondréis que en esto no sigue pareciéndose á Venecia). Los genoveses son alegres, decidores, entusiastas. — Las mujeres se- parecen á todas las hijas del Mediterráneo: gracioso andar, talles esbeltos, morenos rostros muy descoloridos, noble perfil, hechiceras miradas... hé aquí sus principales caracteres, propios de Venecia como de Málaga, de Marsella como de Falencia. — Casi todas llevan una toca ó mantilla blanca, llamada mezzaro. — El mezzaro de las poco acaudaladas es de percal, vistosamente floreado de vivísimos colores.

La población de Génova ( 140,000 almas) cabe apenas en el reducido perímetro de la ciudad. En los hombres del pueblo se advierte una díscola soberbia, impropia de los italianos. Hoy, sin duda por ser día de la Concepción, había una infinidad de gente ebria en todas las calles y plazas. Esta gente cantaba, bailaba, jugaba y se divertía de mil modos, sin incomodar á nadie; pero como si supiera también que nadie se atrevería á incomodarla.