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DE MADRID A NAPOLES

leguas puede decirse que constituyen el espesor de un muro de granito, al través del cual tiene que abrirse camino la locomotora.

Los trabajos practicados para salvar tan enorme obstáculo son verdaderamente admirables. El camino de hierro es una sucesión de largos túneles, de terraplenes inmensos, de fabulosos desmontes, de puentes atrevidísimos, de viaductos ciclópeos, de edificaciones de titanes. ¡Y cuán bellas, cuán sorprendentes son todas estas obras en el seno de una salvaje naturaleza; entre peñas y árboles, bajo nieves eternas, sobre torrentes impetuosos, al lado de abismos, en los flancos de descomunales rocas, en el corazón de gigantescas montañas! — Para vencer de esta manera la tenaz resistencia del áspero Apenino, diríase que el hombre ha dispuesto del terremoto. — Atlas y Hércules no hubieran bastado á tamaña empresa.

Después de haber admirado los Alpes, encuéntranse pequeños los panoramas del Apenino. Sin embargo, son sumamente pintorescos, aunque por un estilo diferente. Los Alpes, con ser más abruptos y poderosos y estar cubiertos de un eterno sudario de nieves, ostentan no sé qué aire risueño, inocente, feliz; no sé qué paz y alegría; no sé qué luz gozosa que aleja todo terror del hombre que vaga por sus más ocultas soledades. Los Apeninos, hijos de los Alpes, son tristes y severos, oscuros y misteriosos. En ellos, más que la solemne melancolía y augusta soledad de las grandes eminencias , se advierten los tormentos de un corazón trabajado por hondas convulsiones. Los Alpes nos muestran su frente encanecida que se levanta al cielo, libre ya de todo recuerdo de la tierra. Los Apeninos nos dejan ver sus desgarradas entrañas, palpitantes de miedo y de dolor. Aquellos son como un anciano feliz: estos, como un joven sin ventura ni esperanza. Los Alpes representan un edificio levantado por todo el poder de la naturaleza. Los Apeninos, las ruinas de una comarca, los resultados de un cataclismo espantoso, la obra de la destrucción.

Volviendo al camino de hierro, enumeraré rápidamente los trabajos que más llaman la atención en él.

El primer túnel que se encuentra es el de Pietra Bissara, de 682 metros. Luego se pasa una garganta estrechísima entre dos montañas casi verticales. Para cruzar aquel barranco, ha sido menester levantar una allísima calzada de 300 metros de longitud, sobre el lecho mismo de un torrente, y hacer luego un puente de cincuenta metros de luz, á fin de saltar de una montaña á otra.— En seguida se repiten los viaductos y llegan tres túneles sucesivos, uno de 838 metros, otro de 440, el tercero de 708, en- lazados por temerarios puentes, que conducen á la famosa Galería dei Giovi. Esta galería ó túnel tiene cerca de una legua de largo y se halla construida á 1,200 pies sobre el nivel del mar. — Cuando se sale de ella, empieza á bajar el terreno; pero tan rápidamente, que no se conoce otro ferro-carril de una inclinación semejante. — Y es que en aquel punto se encuentra ya el tren á muy poca distancia de Génova; pero á una grande altura sobre esta ciudad.