Hace más de quince dias que salí de Parma con dirección á Génova, á donde pensaba llegar ala mañana siguiente, decidido á embarcarme en seguida para Liorna.
Pero el autor pone y el hombre dispone. — Hasta esta mañana no he llegado á Génova, y todavía no he visitado la Toscana,
— «Pues ¿y esos quince dias? me diréis. ¿Dónde los has pasado? ¿Cómo has tardado medio mes en un viaje que debiste hacer en seis horas?»
Esto seria largo de contar; pero yo os lo indicaré en pocas palabras.
Es el caso que aquella mañana (la mañana siguiente á la noche que pasamos en el teatro de Parma) amanecí muy más triste que me había acostado, lo cual no me impidió tomar el primer tren y salir con dirección á Génova, adonde esperaba llegar á la una y media de la tarde...
De Parma á Alejandría todo fué perfectamente. Crucé á la vista de Plasencía {Piacenza), triste y solitaria capital de otro antiguo Ducado; vi á lo lejos el sitio en que existió Veleya, ciudad importantísima, sobre la cual se hundieron hace mil y quinientos años los vecinos montes, sepultándola completamente con todos sus habitantes; y por último, llegué á Casteggio, en donde el camino empezaba á serme conocido, por haberlo
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