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DE MADRID A NAPOLES


Cuando dejo el Teatro y salgo á la calle, todavía no es de noche.

El cochero me brinda con un paseo por el Stradone, — donde á esta hora, dice, se reúnen todos los paseantes de la ciudad, — y yo acepto.

El Stradone es una magnifica arboleda, situada al Sur de Parma, entre la Ciudadela y el Jardín botánico.

En él encuentro solamente cinco ó seis coches cerrados, al través de cuyos cristales percibo algunas encantadoras cabezas, que brillan como pasajeros meteoros en el cielo de mi vida.

La tarde está muy fría, pero diáfana y apacible. — Los coches giran aceleradamente alrededor de esta especie de Bosque de Boloña, ó de Fuente Castellana; hasta que muy luego el crepúsculo se apaga sobre las cumbres del Apenino, teñidas de color de violeta.

El paseo se va quedando solo... — Ya no hay más coche que el mio. — Esto me pone melancólico. — Hace diez y ocho días que vago de ciudad en ciudad, sin encontrar un español. Hace cuatro días que no resuena en mis oídos la lengua patria. Desde que me despedí del prusiano, no he vuelto á decir usted,» ni nada de lo que he pensado. — Decididamente estoy muy triste. — Hablar idiomas extranjeros equivale á vestir las ideas de máscara.— ¡ No puedo más !

¡Y, sin embargo, ahora tengo que ponerme á buscar un techo bajo el cuál pasar la noche; una luz que sustituya á la que se extingue en el ocaso; una mesa en qué hacer la triste y solitaria colación del caminante; un hogar comprado, que mañana prestará su calor á otro peregrino; una cama que desconozco y que desconocerá mis sueños!... — Repito que no puedo más.

El Albergo della Croce Bianca , donde me he alojado, hospeda también esta noche á no sé qué General recién llegado de Nápoles.

Una inmensa muchedumbre inunda el patio , las escaleras y los cor- redores que he atravesado para venir á mi cuarto.

En el patio hay una música militar, que toca himnos y walses en tanto que el General come.

La multitud aplaude los himnos, gritando al mismo tiempo: ¡Viva Italia!

Algunas mozuelas de buen humor bailan los walses á la puerta del Albergo.

Yo hago colación entre tanto en un vasto salón lleno de largas mesas, á las cuales están sentados en dobles filas más de cien parroquianos ó pasajeros, casi todos militares. — Cada uno pide por su cuenta ; pero todos comemos lo mismo. — La lista de los albergos y trattorias de esta parte de Italia es muy limitada y siempre igual. En Pádua, Ferrara y Módena, lo mismo que aquí , el menú se compone siempre de brodo , menestra, manso, cervello, formaggio é frutti, ó sea de caldo, legumbres, buey, sesos, queso (estamos en la tierra de uno muy famoso) y frutas. — El vino de Reggio es excelente.