Por último, en 1859, cuando los franceses pasaron los Alpes, viniendo en auxilio del Piamonte contra el Austria, Francisco albergaba á su cuñado el pretendido Enrique V, y juntos acariciaban la idea de un nuevo Waterloo y de otro Tratado de Verona que remachase más y más los hierros de la infortunada Italia.
¡Asi cumplió el noble Duque su palabra empeñada de ser italiano y liberal en el segundo período de su reinado!
La batalla de Pallestro fue el toque de agonía para tan odioso y repugnante despotismo.
El dia que se recibió la noticia de aquel suceso, los modeneses celebraron ruidosamente la victoria de las armas italianas y corrieron en gran número á alistarse bajo la bandera tricolor...
Francisco intenta castigar á su pueblo; pero el cañon de Magenta le advierte que no tiene tiempo que perder. Decide, pues, partir en seguida: reune sus tropas; pónese á la cabeza de ellas, y abandona la ciudad.
Al marcharse en 1848, ofreció libertad y clemencia para el dia que volviese.
Esta vez se aleja diciendo:
- Ya tornaré, modeneses; ya tornaré... ¡Yay entonces de los traidores! Mi venganza será implacable.
Quedó, pues, casi desierta la ciudad de Módena durante muchos dias.
Sólo se veian en ella ancianos, niños y mujeres.
Los hombres se habian ido á luchar divididos en dos bandos.
El Duque y su ejército, compuesto de extranjeros mercenarios, ingresaron en las legiones austriacas.
Los ciudadanos de Módena, sin distincion de clases, fueron á pedir armas y un lugar en la refriega al rey Victor Manuel.
Los campos de Solferino los vieron á unos y á otros luchar frente á frente.
Allí vencieron una vez más los aliados á los austriacos.-Allí venció tambien el Pueblo de Módena á su aborrecido Duque.
¡Tiempo hacia que estaban emplazados para aquella lid!... Y Dios quiso que los modeneses vengansen en un solo dia los agravios de muchas generaciones, y tuviesen la inefable satisfaccion de ver caer juntos en una misma derrota al emperador de Austria, á la dinastia Estense, al odiado Francisco y á sus cuatro mil sicarios!...
-¡Ahora comprendereis (me han dicho los guardias nacionales y los voluntarios garibaldinos al terminar su relacion) el frenético entusiasmo y el delirante júbilo que estremece todavia á los habitantes de Módena!- ¡Estábamos muertos y hemos resucitado!
-Ahora comprendereis (os digo yo á vosotros) por qué exclamé hace un momento con tan cruel delectacion:
¡Oh! si Francisco V pudiese ver en este instante á su antigua Córte!»
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