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DE MADRID A NAPOLES.

Lo que yo sé es que son las doce de la noche ; que mañana he de madrugar, á fin de llegar á Bolonia temprano , y que me estoy cayendo de sueño.

Con que muy buenas noches.

II
EL AMANECER EN FERRARA. — VIAJE Á BOLONIA. — LAS TORRES INCLINADAS. — PASEOS POR LA CIUDAD. — LA ACADEMIA DE BELLAS ARTES.


Son las siete de la mañana cuando escribo estas líneas al aire libre; en una ancha, recta y larguísima calle de Ferrara; sentado á la puerta de una casa (cerrada todavía , pero donde debe de vivir alguien , pues oigo barrer en el piso principal) ; enfrente de la Administracion de Correos, que se abrió hace diez minutos , y esperando á que acaben de enganchar cuatro caballos al carruaje que ha de conducirme á Bolonia.

La mañana no puede estar más hermosa, aunque bastante fría. Anoche ha escarchado mucho. El cielo se halla azul y limpio, como si Dios acabara de crearlo. El sol sale en este instante..., y, por cierto, de una manera muy original y sorprendente.

La calle en que me encuentro termina en una Puerta monumental (Porta di Po), compuesta de tres arcos desiguales, que se dibujan graciosamente en una verde llanura y en el turquí del firmamento. — Ahora bien : al sol le ha tocado hoy salir precisamente por aquel punto del horizonte que se divisa por el arco central de la Porta di Po. Ha habido, pues, un momento (hace un minuto) en que el astro del dia asomó su disco por el medio punto de la tallada piedra, como un glorioso rey que entrara en la Ciudad bajo un Arco de triunfo.

En cuanto á su luz, todavía penetra fúlgida y rutilante por aquel magestuoso rompimiento, inundando de vividas llamas toda la longitud de la calle. — Diríase que un cañonazo de luz, disparado en el remoto oriente, ha abierto tres brechas en el muro que cerca á Ferrara, y barrido y dispersado las tinieblas , acampadas hacia catorce horas en esta silenciosa calle.

Ferrara duerme todavía. — Por donde quiera que miro, sólo veo enormes casas cerradas. Las únicas personas que hasta ahora han dado señales de vida son dos ó tres dependientes de la Diligencia, que conversan á su modo con los caballos; un señor que se pasea por la acera de enfrente, y en el cual adivino un compañero de viaje ; la criada de la casa á cuya puerta estoy sentado (y digo criada , porque ya ha empezado á amenizar el barrido con algunas canciones) , y yo , que escribo y tomo el sol á un mismo tiempo , experimentando un bienestar y una alegría que no sé cómo explicarme.

Al fin de esta calle, y cerca de la puerta citada, se distingue una es-