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DE MADRID A NAPOLES

trasladarlo al Teatro, como verois despues. Los Palacios se sucedian en la sombra, mudos y severos, olvidados de las alegrías pasajeras de esta tarde y recordando sus grandes dias de los siglos XV y XVL.

A pesar de las minuciosas señas que me hablan dado en el hotel, me perdí tambien varias veces antes de encontrar el Teatro.

Una de ellas sirviéronme de guia tres embozados de mala catadura, que se quitaban el sombrero, sin descubrir por eso la cara, al pasar por delante de los muchos Cristos y Vírgenes que hay en las esquinas de la Ciudad. Estos embozados me llevaron por intrincadas callejuelas, en que no se veia otra luz que la do las susodichas Imágenes. Yo me acordaba de Toledo y de Guadix á las altas horas de la noche, y como que me arrepentí de haberme dejado guiar por aquella gente...

Pero tambien esta vez eran infundados mis temores, y los buenos ferrareses me sacaron á puerto de salvacion , dejándome enfrente del Teatro.

El Teatro de Ferrara es grande y bello. De sus ciento veinte palcos sólo habia ocupados doce. En cambio, el patio estaba completamente lleno. La mayor parte de la gente se hallaba de pié, y los hombres conservaban el sombrero puesto, á pesar de haberse corrido las cortinas que hacían las veces de telón de boca.

Representábase una comedia de flamante actualidad: El desembarco de Garibaldi en Marsala.

El público aplaudía estrepitosamente.

Yo conocia ya el asunto por los periódicos; los actores eran muy malos, y el público gente muy común. — Díme, pues, por satisfecho con media hora de espectáculo ; busqué un cicerone entre la multitud , lo cual me costó poco trabajo y menos dinero, y abandoné el Teatro con intencion de venirme derecho á casa.

Pero el cicerone , que era un muchacho muy listo, lo dispuso de otro modo, y quieras qae no quieras, me hizo pasar por delante de la casa en que nació Ariosto; pararme delante de otra en que murió, situada á media legua de la primera, y saludar el Palacio Guarini, en que viven toda- vía los descendientes del gran bucólico.

Ahora me alegro mucho de haber hecho semejantes visitas á los Penates de dos genios que tanto amo; pero la verdad es que estoy rendido.

¡ A bien que la cama que me ha caido en suerte tiene nueve palmos de anchura ! — En cuanto á su fecha, yo creo que no bajará del siglo XV.

¿Quién sabe si esta cama formaría parte del mobiliario de los duques d'Este, vendido en pública almoneda en 1598, cuando la Santa Sede so apoderó de Ferrara?

¿Quién sabe si habrán dormido en esta cama Lucrecia Borgia y sus cuatro maridos?

Duca Alfonso, mio quarlo marito!...

¿Quién lo sabe?