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DE MADRID A NAPOLES

¡Creí que me moria!

— «¿Sois vos?» repitió el mismo acento femenil, con un timbre ronco que me pareció el de la ira.

— «¿Quién va! » dije yo á mi vez... por decir algo.

— «Soy yo» (repuso la voz, aproximándoseme). ¿El señor quiere ver la Prision de Parisina?

Este nombre me tranquilizó un tanto. — Parisina me alejaba de Lucrecia. — Se trataba de una historia menos terrible que la que yo recordaba en aquel momento.

— Pero ¿sois vos Parisina? repliqué entonces donosamente, adivi- nando mi verdadera situacion.

— Yo soy la mujer del conserje, para servir al caballero (contestó la voz á pocos pasos de mí). Os he visto entrar en el Castello y os he seguido. — ¡Por cierto que hay poca luz y nos hemos extraviado! — Si el señor quiere ver la prisión de Parisina, venga mañana por la mañana. — Mi marido tiene la llave y no volverá hasta media noche.

— Lo que quiero es que me saquéis de aquí , me apresuré á con- testar.

— Seguidme, dijola mujer.

Y bajamos una escalera, y luego otra, y nos encontramos en el Patio Grande del Castello.

— ¿Veis aquella luz? exclamó entonces la mujer (que era fea, y de bastante edad: — ya veis que no miento). Pues allí estala salida. — Ahora, si el señor tiene voluntad de darme alguna cosa...

Aquella luz alumbraba á una Vírgen.

Cerca de ella había una puertecilla que daba sobre los Fosos del Castello.

Cuando puse el pié en la calle, experimenté una alegría mayor que la que me produjo el salir de los Pozos de Venecia.

Con esta aventura di por terminada mi excursion á los tiempos pasados de Ferrara, y me vine al Hotel, donde me esperaba ya la comida.

Durante ella, hablé largamente de política con el que me servia á la mesa , el cual me ha contado á su modo una porción de anécdotas de la dominacion romana, de la revolucion del año pasado y del actual orden de cosas.

Estas anécdotas no son para referidas al público; pero me sirven á m para formar juicio de la Italia de ayer y de la Italia de hoy.

Creo habéroslo dicho : cuando viaja uno por país extranjero, aprende muchas más verdades oyendo á los mayorales, á los fondistas y á los mozos de los Cafés, que departiendo filosóficamente con profundos estadistas. — Estos os dicen sus opiniones: aquellos os relatan los hechos.

Cuando salí del Hotel para ir al Teatro, encontré que Ferrara habia vuelto á sumergirse en la noche de su historia.

Todo era tristeza y soledad en las calles. La animacion política se habia