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DE MADRID A NAPOLES

olvidaré nunca el asombro que me causó aquel titánico alarde que hizo la Francia de su producción , de su laboriosidad , de su gracia y de su inventiva. — Miro, pues, este Palacio con veneracion, y veo en él un nuevo motivo para creer reunidos en estos lugares todos los triunfos, todos los méritos, todas las prerogativas de la nacion francesa.

A la derecha se distinguen desde aquí la soberbia Columna de Vendome, que sirve de pedestal al Vencedor de Marengo; el clásico Templo de la Marjdalena, concebido por Napoleon en un campo de batalla ; el Palacio del Eliseo, teatro de las liviandades de la Regencia y cuna de los modernos Césares; los Ministerios, el Circo Olímpico, y un dédalo de jardines, fuentes, templetes y kioskos.

Tambien se divisan desde aquí las primeras arcadas de la monumental Calle de Rivoli, que trae á la memoria el problema social de que fue empírica solucion, como lo están siendo todavía otras obras colosales de Paris. — Aludo al derecho al trabajo...

Vése, asimismo: el Panorama y el Hipódromo; los Cafés-conciertos; el Chalet suizo; allá el Chateau des Fleurs; en frente Mabille, lupanar público y al aire libre; en un lado prestidigitadores; en otro acróbatas; aquí Tiros de carabina ó de pistola; allá Gabinetes de física recreativa; por esta parte Polichinela; por aquella mil variantes de nuestro Tio Vivo; ora animales sabios; ora renombrados charlatanes; ya Mercados de flores; va un Bazar extendido sobre el suelo; y do quiera resuenan músicas, gritos, cantos, declamaciones; do quiera halla uno ciencia, movimiento, arte, vida, novedad; do quiera placer, do quiera encanto, do quiera vicio, do quiera locura, do quiera fascinación para el extranjero; do quiera París en su incontrastable omnipotencia!

Lo repetimos: la Plaza de la Concordia es el centro del mundo, la faz, de nuestro siglo, el eje de la historia contemporánea, la última y suprema palabra de la civilizacion racionalista. Ni en la Tierra hay poder temporal sobre el poder aquí representado, ni el genio del hombre ha inventado nada mas allá de lo que desde aquí se domina. — La obra profana de los siglos no ha rayado á mayor altura. — «Por aquí vamos», podemos decir rotundamente los mortales. — Las ciencias, la filosofía, las artes, la industria; ¡todas las fuerzas de la humanidad no han producido hasta hoy otro resultado!

Por consiguiente, si la civilizacion perfecciona, aquí debemos en- enconlrar la mayor perfección posible. — La dignidad humana, el bienestar general, la paz del espíritu, la rectitud de la conciencia, la ventura del corazon, la caridad fraternal deben de tener aquí su asiento. — ¡Esa muchedumbre que vaga en torno de estos alcázares y monumentos, esos seres que han tenido la fortuna de nacer ó vivir en la Capital de la nacion más próspera y adelantada, deben de ser los mas respetables, los más felices, los más buenos, los más gloriosos, los más bienaventurados de los hombres!

Nosotros, míseros españoles, tan atrasados en la senda de la civiliza-