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DE MADRID A NAPOLES

ferrareses iban y venian de una callo á otra, vestidos con su ropa de los días de fiesta, á pesar de ser hoy dia de trabajo. Todas las jóvenes de la Ciudad (¡cosa rara en un pueblo de provincia!) salian á paseo en el momento que yo cruzaba por la Via dei Piopponi (y, dicho sea de paso, las paisanas de Lucrecia Borgia me han parecido muy lindas y muy elegantes). Los jóvenes, vestidos de guardias nacionales, conferenciaban gravemente á la puerta de los Cafés. Algunos organillos tocaban el Himno de Milan ó el de Garibaldi. En un Canal que atraviesa toda la poblacion, se veian dos ó tres falúas empavesadas con gallardetes tricolores. El sol, en fin, que se ponia por el extremo de una larga calle, proyectaba horizontalmente su radiosa luz sobre el leve tamo de la atmósfera, haciéndole bullir y reverberar como polvo de oro. — Aquella claridad de gloria aumentaba el sublime alborozo de este pueblo convaleciente, que todavía no puede contar por anos sus días de independencia y libertad.

Luego pasamos por delante del Castello, antigua morada de los Señores de la Ciudad.

Su mero aspecto (pues todavía no he entrado en él) me trasportó á la Edad Media y al Renacimiento.

La Ferrara papal y la Ferrara piamontesa desaparecieron á mis ojos.

El Castello, ó sea el Palacio Ducal, es uno de los alcázares más poéticos, más románticos, más novelescos por su forma y por sus tradiciones, que puede imaginar la fantasía. — Aislado en medio de una Plaza, rojo, elevadísimo , rodeado de profundos fosos llenos de agua , flanqueado por cuatro esbeltas y macizas torres, con sus arcos que pasan de una ala á otra, con sus puentes levadizos, con sus muros almenados, con sus ventanas ojivales y sus cadenas de hierro, ofrece un aspecto sombrío, imponente, amenazador, como la edad en que fue construido, como los Príncipes que reinaron en él, como las historias de que son monumentos sus torreones y sus mazmorras.

Estas historias acudieron en tropel á mi imaginacion.

— «Ahí (me dije) vivieron los Azos, los Hércules y los Alfonsos de Este; aquellos otros Médicis, famosos por sus amoríos, sus crueldades y sus fiestas. — De ahí salian á pelear en defensa de la soberanía de los Papas y de la independencia de Italia, cobijadas entonces por una misma bandera. — Ahí celebraban después sus victorias con espléndidos regocijos, que extendían por toda Europa el nombre de Ferrara, llamada con razón en aquel tiempo, «emporio del placer, de la hermosura, del lujo, de la galantería, de las letras y de las artes.» — Ahí tuvo lugar la tremenda tragedia de Parisina, cantada por lord Byron y Donizetti. Ahí los saraos presididos por Lucrecia Borgia. Ahí la disolucion, la gloria y los asesinatos cantados por Víctor-Hugo.— En esos vastos salones, cuyas ventanas abiertas me dejan ver molduras doradas y lujosos cortinajes, leyó Juan Guarini su tragi-comedia II Pastor Fido, en presencia de Alfonso II, de su hermana Eleonora y del infortunado Tasso.— ¡Tasso y Elionora! .... Ahí se