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DE MADRID A NAPOLES.

campiñas, cuántos puentes, cuántos bosques habia reflejado en sus aguas!

La silla de posta no lo pasó desde luego ; sino que subió por su orilla izquierda durante dos horas, sobre la calzada que sirve de dique á la corriente.

Figuraos lo deliciosa que seria esta marcha, al galope , por aquel elevado camino, sobre aquella especie de muro, viendo á un lado, debajo de mí, la extensísima superficie del noble rio, y al otro, á mayor profundidad, una verde pradera cuajada de árboles y cruzada de arroyuelos...

Asi llegamos á un pueblecillo de pescadores y bateleros llamado Santa María Magdalena.

Allí está la Aduana de los austriacos.

Por allí debíamos abandonar ol Véneto.

En freate de Santa Maria Magdalena, al opuesto lado del rio, se miraba en las aguas otro pueblecillo.

Era Ponte-Lagoscuro , primera población de los antiguos Estados de la Iglesia. , y hoy primera población del improvisado Reino.

Allí se veía la Aduana de Italia, sobre la cual ondeaba la bandera tricolor con la Cruz blanca de Saboya.

En la orilla esclava habia un fuerte destacamento de soldados de Austria, con sus capotes grises y sus kepis aplastados. — En la orilla libre paseaban algunos bersaglieri, ufanos con su traje montañés y su sombrero de plumas. — ¡Cómo deseaba yo llegar a ella!

Entre una y otra margen no hay todavía puente alguno. — La travesía del Po se hace aún en frágiles barquichuelos.

El que debía trasladarme á mí, hallábase ya preparado.

Sufrí, pues, nuevos vejámenes de la policía austriaca; dejé que me interrogaran y que registraran mi saco de noche ; di expresiones para Giotto al conductor, que desde allí se volvía á Padua con la silla de posta, y penetré en un bote de mala muerte, gobernado por dos remeros...

Pocos minutos despues, pasábamos, en medio del Po, aquella línea imaginaria — ¡demasiado imaginaria! — que separa legalmente, y no de ¡otra manera, á dos pueblos dotados por Dios de unos mismos ríos, de un mis- mo horizonte, de una misma sangre, de una misma lengua, de un mismo genio, en fin; ¡del génio de las artes, lazo indisoluble de la unidad italiana!

Cuando hubimos acabado de pasar el rio, no pude menos de respirar fuertemente, como quien sale de una mazmorra al aire libre...

Estaba en los antiguos Estados Pontificios...

Es decir: estaba de nuevo en el recientísimo Reino de Italia.