Página:De Madrid a Nápoles (1878).djvu/35

Esta página ha sido corregida
25
DE MADRID A NAPOLES

de Luis XV.» — Cárlos X, impulsado quizás por un prosentimiento de lo que llegó á sucederle, reconoció en cierto modo la historia de la Revolucion, y puso en el azulejo: «Plaza de Luis XVI.» — Mas hé aquí que los franceses arrojan del trono al hermano del Rey mártir, y Luis Felipe, restaurador de las tradiciones del Imperio, restituye la denominacion de «Plaza de la Concordia.» — Ya hemos dicho que de entonces data el Obelisco. — Pero nos resta decir que, en 1848, el azulejo de Luis Felipe fue borrado, y se escribió en él nuevamente: «Plaza de la Revolucion.» — Hoy ha vuelto á llamarse y se llama todavía este paraje «.Plaza de la Concordia.»

En resumen: los franceses han rendido culto en este sitio al poder real y al poder revolucionario, al Terror y á la libertad, á la gloria y á la desventura , y hoy se lo rinden á los geroglíficos indescifrables de una piedra egipcia. — Puede, pues, decirse que la estátua de lo desconocido se levanta sobre París.— Así adoraban los atenienses Deo ignoto, númen que debía con el tiempo echar por tierra todos los ídolos paganos.

Continuemos.

En los ángulos de la Plaza hay ocho Pabellones de piedra, coronados de Estatuas colosales, que representan las principales Ciudades de Francia.

Detrás de nosotros se estiende el magnífico Jardin de las Tullerias, y en medio de él se percibe este disforme y suntuoso Palacio, que acaba de ser reunido al Louvre. — En él vive el Emperador.

Al frente vemos dilatarse las alamedas de los Campos Elíseos; y donde estos concluyen, distinguimos el grandioso Arco de la Estrella, erigido en honor de las glorias militares de la República y del Imperio.

Por aquel Arco se sale al Bosque de Bolonia.

El Bosque de Bolonia es, como si dijéramos, la Fuente Castellana de París. — Allí se puede pasar revista todas las tardes á las clases más elegantes del pueblo más elegante del universo.

A nuestra izquierda tenemos el Sena, dominado por soberbios Puentes , de los que divisamos desde aquí el de la Concordia, el de los Inválidos, el de Alma y el de Solferino; el Sena, por el cual se deslizan vapores y barquichuelos, lleno de Baños y Escuelas de Natación , y poblado de una muchedumbre anfibia de lavanderas.

A la otra orilla se eleva el antiguo Palacio-Borbon, hoy Cuerpo Legislativo, donde ha resonado la voz de tantos insignes oradores desde Robespierre á Víctor Hugo, desde Perrier hasta Julio Favre.

Más lejos se ve asomar la Cúpula de los Inválidos, bajo la cual duermen los restos del hombre más extraordinario que ha cruzado por la tierra.

En la misma orilla se ve el Palacio de la Legion de Honor, que es como quien dice el Ministerio de la Gloria.

Del lado acá de los Muelles, contemplo el Palacio de la Industria, donde se verificó la Exposicion de 1855. — Yo no he olvídalo todavía ni