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DE MADRID A NAPOLES

Esta célebre pintura, anterior en tres siglos al Juicio Final de Miguel Ángel, recordaria la Divina Comedia aun á aquellos que ignoraran que Dante y Giotto fueron íntimos amigos; que el poeta vivió mucho tiempo en Pádua en casa del artista, y que uno y otro se dieron en sus obras muchos testimonios de amor y de estimacion (Dante, hablando de Giotto en unos sublimes versos, y Giotto, retratando más de una vez al infortunado Dante). — Lo que nadie ha podido decidir hasta ahora es si la Divina Comedia fue inspirada por el Juicio Final, ó si la idea de esta pintura surgió en la mente de Giotto al oir á su amigo recitar el inmortal poema de los Siglos Medios. — Como quiera que sea, todos los críticos han hallado (y yo la he hallado tambien, aunque no soy crítico), grandísima semejanza entre una y otra obra. En el Juicio Final, como en la Divina Comedia, la concepcion es elevada, un poco abstrusa, eminentemente teológica, ó por mejor decir, escolástica, sombría como el genio bizantino, tremenda y misteriosa como aquella noche de lúgubres pesadillas que se llama la Edad-Media. En la pintura como en el poema, la disposicion del cuadro es candida y pueril , abigarrada y confusa, irracional ante las leyes de la perspectiva. Y por último, en ambas obras hay episodios y figuras de una belleza ideal, de una expresión encantadora, de un nobilísimo dibujo, en que se advierte la influencia de aquella elegancia gótica que trajeron de Oriente los Cruzados. — El Juicio Final de Giotto ostenta más de una Beatriz, más de una Francesca, más de una Pia.

Yo no haré la descripcion detallada de aquella pintura disforme. Esto seria muy largo. Me contentaré con decir que el Sumo Juez ocupa el centro, y que de sus pies brota un rio de llamas que inunda toda la parte izquierda de la composicion...

— «Allí están, dice la Guia de Pádua, las mujeres de mal vivir y los obispos simoniacos, todos con la bolsa en la mano...»

A la derecha se ven los Elegidos, los Santos, los Angeles y las Vírgenes.

En un lado, por consiguiente, todo es fealdad, tristeza y agonía: en el otro, todo es belleza, amor y bienaventuranza.

De la Madonna dell' Arena me hice llevar á la Iglesia de Santa Justina, sólo por ver el Martirio de esta Santa, famosa pintura de Pablo el Veronés.

Santa Justina es un hermosísimo templo del Renacimiento , que pudiera servir dignamente de catedral en una córte esplendorosa como París ó Lóndres.

(Lo mismo digo de otras muchas iglesias secundarias de Italia, que no tienen nombre en Europa, pero que, si se alzaran en un país en que no fuesen tan comunes las obras maestras de arquitectura, bastarían por sí solas para dar nombre y lustre á las capitales que las encerraran).

Pues bien: Santa Justina sirve hoy de granero á los austríacos.

Ayer, cuando la vi, contendría más de veinte mil sacos de trigo, sobre