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DE MADRID A NAPOLES.

grande al mismo tiempo en medio de su locura , al modo de las aberraciones de los cuadros fantásticos del Greco) que aquella multitud de episodios de la vida humana, relacionados ad libitum con los movimientos de los astros, con la marcha de las estaciones ó con la representacion mitológica de cada estrella.

También es de notar en el Salon el Movimiento de Tito Livio, asi como su Sepulcro, por más que muchos nieguen quo sean los huesos del célebre historiador los que se veneran como tales...

¡Chi sa! me dijo filosóficamente el cicerone cuando le pregunté su opinión sobre este punto.

¡Quién sabe! repito yo á mi vez.

Conque tal es el famosísimo Salone de Pádua, Forum y Capitolio de la Ciudad durante muchos siglos. — Allí se ha administrado justicia por los Podestá ; allí se ha reunido el Concejo; allí se han celebrado Elecciones; allí han dado audiencia los Tiranos; allí han funcionado, en fin, todos los Poderos, todas las Instituciones, todas las Corporaciones quo han regido á Pádua en sus multiplicadas vicisitudes. — ¡Hoy no pasa allí nada, absolutamente nada! — El Palazzo della Ragione es hoy pura y simplemente un monumento fúnebre que recuerda á los viajeros la pasada historia de la ciudad.

Lo mismo sucede en Venecia con el Palacio de los Dux, según observamos oportunamente. — Diríase que el Austria, cediendo á un pudoroso escrúpulo, ó á un supersticioso respeto, no se atreve á establecer su odiada dominacion sobre estos venerandos santuarios de la nacionalídad italiana.

Pues aún hay en Pádua otro monumento más venerado que el que acabamos de describir.

Tal es la Iglesia de San Antonio , llamada comunmente EL SANTO;— y van dos veces que escribimos esta palabra con tan visibles caracteres, á fin de expresar de algún modo el énfasis y la uncion con que la pronuncian los paduanos.

La Iglesia de San Antonio, blanca y luminosa, sin unidad de estilo, con sus ocho cúpulas, con sus capillas cuajadas de monumentos, con sus esculturas en mármol y madera, con sus antiquísimas pinturas, reune al mismo tiempo los opuestos caracteres de una grandiosa mezquita, de un lúgubre templo gótico y de una espléndida catedral del Renacimiento.

Semejante heterodoxia artística le sienta bien á una iglesia de pura derocion. — La ingénua y candorosa piedad de los niños adorna así la Cruz de Mayo con todo lo que puede embellecerla, sin fijarse en el simbolismo de cada cosa.

¿Quién no ha reparado en estos altares, ó quién no los ha levantado en su niñez? — En ellos colocábamos el vistoso schal de colores de nuestra hermana, las flores del jardin, los retratos de Mina y de Castaños, los ani-