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DE MADRID A NAPOLES

pues, de la triste significacion y terrible trascendencia de todos esos actos, y confesemos que, en virtud de ellos, no puede uno menos de sentirse vivamente conmovido al penetrar en esta gran Plaza monumental, que es, como si dijéramos, el palacio de la Francia; el estrado de París; el salon de recibo de la capital del mundo.

Describamos este Salon , y quedarán justificadas todas las apreciaciones que llevamos hechas.


Si la Plaza de la Concordia no fuese el paraje principal del universo, por la importancia política que acabamos de acordarle, todavía merecería esa calificacion por su hermosura por el lugar en que se halla situada, por las perspectivas que se alcanzan desde ella y por los recuerdos y consideraciones que traen al ánimo los monumentos que la decoran.

La Plaza de la Concordia no es asi como quiera un espacio de terreno, mayor ó menor, encerrado entre edificios mejores ó peores. Es un vasto cuadrilongo demarcado con aceras, no con paredes, y rodeado de Estatuas, en una inmensa planicie que muda de nombre muchas veces. Así, pues, cuando yo hablo de la Plaza , no solo me refiero á ella, sino á todo lo que se alcanza á ver desde este sitio; es decir, del Palacio de las Tullerias al Arco déla Estrella, y del Templo de la Magdalena al Cuerpo Legislativo.

A la verdad es una soberbia perspectiva. Los árboles y una amplísima extension de cielo sirven de fondo á tan maravilloso cuadro. Los Palacios y los Monumentos mas gigantes son como sus menudos accesorios. El ancho Sena fluye á un lado, cual modesto arroyo en extensísima pradera. Y la incesante y copiosa multitud que bulle á todas horas por tantas Calles, Paseos, Muelles, Puentes y Jardines como se perciben desde aquí, aparece diminuta, esparcida y sin importancia en un espacio tan dilatado y en comparacion de los colosales ornamentos y enormes edificios que se ven por todas partes.

En medio de la Plaza de la Concordia, levántase, como decano y presidente de tantas maravillas, un Obelisco egipcio del tiempo de Sesostris, traído de Luxor, y erigido aquí por Luis Felipe.

Y, á propósito: en el mismo lugar donde se alza hoy este Obelisco, se levantó por espacio de veinte y nueve años una Estatua de Luis XV; y entonces la Plaza llevaba el nombre de este Rey. — Más adelante, la Estatua fue derribada y sustituida por la Guillotina, que se enseñoreó aquí monumentalmente desde 1792 á 1794. — Entonces se llamó este sitio <<Plaza de la Revolucion.>> — Quitada de en medio la Guillotina, quedó de pie una Estatua de la Libertad. — Napoleon I la derribó en 1800, llamando por primera vez á esta plaza <<Plaza de la Concordia.>> — Pero, á la entrada de los Cosacos en 1815, aún había de cambiar de nombre; y, como entonces la Europa creía posible borrar hasta el recuerdo de todo lo hecho durante la Revolucion Francesa y volver á constituir el mundo bajo el régimen antiguo, reapareció el abolido azulejo en que se leía: Plaza