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DE MADRID A NAPOLES

ror y un énfasis, con una suficiencia y una magestad, que me hicieron pasar una noche muy divertida.

La concurrencia, que pasaria de mil personas (y por cierto de mediana condicion), aplaudia á rabiar los gritos desaforados de aquellos histriones.

Los italianos aplauden facilísimamente.

En el teatro Malibran, más pobre todavía, más grande y más barato (un palco entresuelo y tres entradas nos costaron 10 reales), vimos un raudeville melo-dramático; ó por mejor decir, no lo vimos; pues el aburrimiento nos hizo desertar á los pocos minutos.

Resignado estoy ya á no ver en los teatros de Italia nada digno de atencion, hasta la Pascua de Navidad, en que, como os he dicho, principia el Carnavalone.

Tal es el pálido resumen de mis impresiones en la Ciudad más interesante del universo. — Mucho dudo haber conseguido que mis lectores se imaginen vagamente los cuadros que he descrito, ni que se figuren los que apenas he bosquejado.

Sin embargo, habrán comprendiilo, por el afán con que me he empeñado en esplicarles á Venecia punto por punto, que la llamada con justicia Reina del Adriático es una maravilla de arte; que su hermosura ha superado los ensueños de mi imaginacion, y que su poética memoria me acompañará toda la vida.

Yo le doy un adios tanto más melancólico, cuanto que adivino que no volveré á verla, y hago votos al cielo porque pronto sacuda los hierros de la esclavitud.

Ese dia llegará tarde ó temprano. — La dominación de una raza sobre otra será siempre pasajera. Sólo los pueblos hermanos pueden conquistarse y fundirse. El alemán será eternamente extranjero al Mediodía de los Alpes. En cuarenta y cinco años de dominacion, el Austria ha ensayado todos los medios de asimilarse el Veneciado, de captarse la voluntad de sus hijos, de echar raices en su suelo. Y el halago, la adulacion, el beneficio, el ruego, la amenaza, el castigo, el terror, la muerte... todo ha sido inútil. Los tudescos son hoy en Venecia lo que eran el primer dia. La sangre repele á la sangre. La tierra se niega á fecundar la semilla de abominación. Todo lo que el Austria implanta en Venecia, caduca y muere falto de jugo, falto de aire, falto de sol amigo. — Son el agua y el aceite: podrán estar cercanos el uno al otro; pero nunca confundidos, nunca identificados.

Y esto mismo se ve en otras muchas partes. Esto se ve en Polonia: esto se ve en Turquía. — Polonia, despedazada por tres grandes potencias, de las que cada una se atribuyó y devoró su parte; borrada del mapa de Europa; muerta y sepultada al decir de los políticos, da muestras hoy de estar viva, entera, animada, poseida de su derecho, como antes de sucumbir. — Las gentes que moran entre la Grecia y el Danubio, avasalladas