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DE MADRID A NAPOLES.

Henan el alma de veneracion y respeto...—¡Imposible enumerar tantos prodigios!—Citaré, pues, tan solo aquellas Cosas que me impresionaron más vivamente.

En medio del Patio interior (que es por sí solo una maravilla, y bastaria para atraer á los viajeros á Venecia) ví dos elegantes Cisternas de bronce, que son las mismas que veia Silvio Pellico desde la reja de su prision.—Ahora, como entonces, acuden á ellas algunas hijas de la ciu dad, con su clásica ánfora en la cabeza, en busca del agua del cielo.— ¡Y esto es lo único que resta de los antiguos destinos del Palacio de la Señoría |—En aquel Palacio se redactaban antes las Leyes, se administraba A, se gubernaba el Estado. Allí estaban las prisiones y los suplicios: allí vivia el Dux; allí celebraba sus sesiones el Gran Consejo; allí era este vigilado por el Consejo de los Diez; allí reinaba sobre el Consejo de los Diez la Inquisicion de los Tres (1 Capi)... —Hoy no busca allí el vene ciano sino el agua lovediza.—El Palacio está deshabitado.

Pero no: que en él moran todavía, siquier inmóviles y muilos, todos los Legisladores y Guerreros de Venecia, pintados en las paredes ó representados en estátuas.—Los conquistadores han hecho bien de dejarlos allí solos. Así podrá decirse todavía que Venecia no ha muerto: que Venecia vive en el Palacio de los Dux.

Conque avancemos. En el mismo Patio inferior, y en frente de las puerta de entrada, empieza la famosa Escalera de los Gigantes, llamada así á causa de dos Estátuas colosales que representan á Marte y á Neptuno, deidades protectoras de la ciudad anfibia.

Esta Escalera es samamente bella, tanto porla riqueza de los mármole. que la revisten, como por la delizadeza y primor con que están labradoss

En su ancha meseta se verificaba la coronacion de los Dux, y áun se dice que en ella fue decapitado Marino Faliero... Pero esta última parte de la tradicion es á todas luces inexacta, dado que la Escalera de los Gi= gantes no fue empezada hasta diez años despues de la ejecucion del anciano esposo de Angiolina.

La Escalera de Oro, adornada de riquísimos dorados, notables frescos y bellas esculturas, conduce á un gracioso vestíbulo.

Luégo se penetra en la vastísima Sala del Gran Consejo, verdadero Capitolio de la República veneciana, cuyos techos y paredes están revestidos de muy famosas pinturas, debidas á Pablo el Veronés, Tintoretto, Bassano, Palma el Jóven y otros célebres artistas.

Los cuadros de las paredes representan los fastos de la República,— las alianzas del Dux y de los Cruzados; las dos Conquistas de Constantinopla; la coronación de los Dux más eminentes; la vuelta de guerreros vencedores; la batalla de Lepanto; los tratados con los Pontífices y con los césares de Alemania; las guerras con los vecinos de la altiva señoría, con los Este de Ferrara, con los Visconti de Milan, con los Scala de Verona; una victoria (no he podido recordar cual) obtenida sobre un rey de Aragon; los triunfos del infortunado Carmagnola, cuya prision ví más ade-