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DE MADRID A NAPOLES.

habíamos divisado desde la laguna, símbolos arrogantes del gran poder marítimo de la república.

Nada tan triste y expresivo como aquellos altísimos palos, plantados á la puerta de la Iglesia, como ayer lo estuvieron en polerosas naves.—Yo no recuerdo haber experimentado ante monumento alguno una impresion tan melancólica y solemne como la que aquellos trofeos produjeron en mi ánimo.—Y es que toda reliquia auténtica tiene algo de cadáver.—Los Mústiles de la Plaza de San Márcos parecen el esqueleto de la difunta Señoría.

La fachada de la Basilica está considerada por todo el mundo como la obra más acabada y bella de la arquitectura bizantina.

Mañana, cuando estudiemos el arte veneciano, haremos tambien su descripcion.

Hoy nos contentaremos con dirigir una mirada á sus elegantes arcos, á sus grupos de delgadas columnas, á sus preciosos mosáicos sobre fondo de oro, á su elegante balaustrada, á sus diez y seis torrecillas y cinco cúpulas, á sus ocho puertas de bronce y á los cuatro célebres caballos «del mismo metal, levantados sobre la puerta de en medio, como heraldos que pregonan que aquella suntuosa basílica fue erigida á costa del he roismo veneciano, con los tesoros ganados en remotas guerras y en accion de gracias al cielo por el poder de que habia dotado á la República.

La historia de estos caballos es larga de contar. Yo la referiré en dos palabras.—En la antigua Roma adornaron los arcos de triunfo de Neron y de Trajano. Despues fueron en pos de Constantino á la hermosa ciudad que tomó su-nombre. En 4204, el dux Enrique Daniolo, el conquistador de Constantinopla, se los trajo á Venecia y los hizo colocar donde hoy se hallan. En 1797, los franceses se los llevaron á París, y los pusieron sobre el arco de Carrousel. Finalmente, cuando en 1813 los aliados entraron en París, se apoderaron á su vez de los caballos, y los devolvieron á Venecia.—¡Quiera Dios que este haya sido su último viaje!

Pero olvidemos ohora las artes muertas; olvidemos la historia veneciana, muerta quizás tambien, aunque insepulta, y fijemos nuestra atencion en los actuales moradores de Venecia, que toman el sol paseándose á todo lo largo de la Plaza.

Los que hayan estado en Cádiz en invierno y concurrido á la Plaza de San Antonio los domingos y fiestas de guardar, de dos á tres de la tarde,—hora en que las bellas gaditanas (que se han vestido lujosamente para ir á misa de doce ó de una y hacer algunas visitas) lucen sus galas y encantos en aquel sitio verdaderamente delicioso, —podrán formarse ¡dea del aspecto que presentaba hoy á las dos de la tarde la plaza monumental de San Márcos.

Las más lindas mujeres de Venecia, —vestidas (¡triste es repetirlo otra vez!) al estilo de París, y escoltadas de enamorados jóvenes, cuyo trage era tambien el uniforme de día del paisanaje europeo (pantalon de color, levita negra y sombrero de copa),—iban y venian de la Loggía al Ala