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DE MADRID A NAPOLES.

las son de un estilo muy particular, medio árabe, medio chino, quizás algo moscovita, completamente extraño á cuanto yo habia visto hasta hoy. Su amplia cimbra, su hinchazon y sus remates recuerdan los kioskos, las pagodas, las glorietas orientales, y sobre todo traen á la imaginacion la iglesia de Santa Sofía de Constantinopla, que todos conocemos gracias á la fotografía, y que, al decir de los críticos, sirvió de modelo á la Basílica veneciana.

Ni son estas cúpulas la única reminiscencia oriental que ofrece Vene cia. La mayor parte de sus palacios, construidos de manera que las grandes masas sólidas se levantan sobre huecos, esto es, sobre galerías de columnas; las torres de sus Iglesias, muy parecidas á los alminares moriscos: la línea horizontal de los techos; los dobles arcos de las.ventanas, semeantes á ajimeces; lo angosto de las calles; lo apiñado de las casas; el esplendor del cielo...; todo contribuye á dar á la última ciudad latina un caracter levantisco y musulman, semi-griego, semi-asiático, que ha hecho decir á no sé á qué viajero: « Venecia parece un pirata viejo retirado de dos negocios'

Por lo demás, el almuerzo fue tan sencillo como indígena: —pesca de= mar y pesca de la laguna; alcachofas y frutas de una huerta vecina, y vino de aquella misma parra que todavía nos daba sombra.—Este vino, áspero, tinto, ligero y espirituoso, lleva el poético nombre de vino del Lido.—Nuestros gondoleros le hicieron largamente los honores, en pago de habernos servido la mesa, y, con este motivo, el viejo republicano nos contó muchas y muy interesantes cosas, de las que recordaré solamente las que se refieren á lord Byron.

Lord Byron es para Venecia lo que nuestro Zorrilla para Granada: el gran panegirista de su hermosura, el cantor infatigable de su peregrina historia, el que creó en todas las imaginaciones un mágico ideal de su beMeza; el que dijo al mundo, olvidado ya de una ciudad que habia cumplido su destino histórico: «Venecia existe todavía: sus encantos no han desa= parecido con su poder: sus palacios no se han hundido con sus guerreros y navegaates: la poesía y la tradicion levantan aquí su voz entre las ruinas. ¡Venid á verla!»

El Canto cuarto de La peregrinacion de Childe-Harold, que principia: «Estaba yo en Venecia, sobre el Puente de los Suspiros, entre un palacio y una prision...» fue la primera señal de aquel entusiasmo por la ciudad de los Dux que le llevó á escribir despues sus dos famosas tragedias Marino Faliero y Los dos Foscari, y por último, la sublime Oda ú Venecia:

«¡Oh Venecia, Venecia! Cuando tus palacios de mármol esten ya al nivel de tus olas, se oirá el grito de las naciones sobre tus ruinas, y un largo lamento resonará en las orillas del agitado mar.—Si yo, peregrino del Norte, lloro sobre tus escombros, ¿qué no te deberán tus hijos?—;¡Todo, menos estériles lágrimas! —Y sin embargo, ellos se contentan con mur-